COLECCION ESCUELA DIPLOMATICA_NUM 18
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CAPÍTULO 1 > EL RETO DE LA DIPLOMACIA PÚBLICA. LA MARCA ESPAÑA<br />
La palabra España y su significado, así como<br />
sus símbolos y sus instituciones, siguen siendo<br />
el objeto de una disputa partidista 6 . No existen<br />
por tanto las bases que permitan componer un<br />
consenso acerca de aquello que en la identidad<br />
y el proyecto español es propiamente nacional,<br />
es decir ajeno a la dimensión partidista de la política.<br />
Esto afecta a la realidad española y a la<br />
percepción que de España se tiene en el exterior.<br />
Revela un problema de identidad nacional<br />
sin resolver que se manifiesta en múltiples aspectos<br />
de la vida española. También dificulta el<br />
establecimiento de líneas de consenso en grandes<br />
asuntos de orden político, nacional e internacional.<br />
Sin ese consenso nacional, se corre el<br />
riesgo de que no exista continuidad en políticas<br />
que deberían ser de Estado.<br />
Aunque sus elites no hayan superado las ideas<br />
que se fraguaron a principios del siglo XX, hace<br />
mucho tiempo que la sociedad española, en<br />
general, dejó atrás la pregunta sobre la propia<br />
identidad. La Transición vino a demostrarlo, al<br />
dar carta de naturaleza política a la reconciliación<br />
nacional entre españoles ocurrida en años<br />
previos. (Otro tanto había ocurrido en el resto<br />
de los países europeos, donde ese mismo trabajo<br />
moral de perdón y reconciliación condujo a la<br />
puesta en marcha de las instituciones de la actual<br />
UE.) Por eso no debería ser tan difícil concebir<br />
España como un país que, a partir del siglo<br />
XIX, y dejando atrás su dimensión de potencia<br />
global, se concentró –con éxito- en levantar un<br />
régimen liberal. Luego fracasó –como muchos<br />
de sus vecinos- en el tránsito del liberalismo a<br />
la democracia. Finalmente, gracias a su larga y<br />
consistente tradición constitucional en la que<br />
el régimen de Franco constituye una excepción,<br />
se constituyó como democracia. Esta historia<br />
es inteligible en los parámetros occidentales y<br />
liberales (en el sentido estricto de respeto a los<br />
derechos humanos) que son los de los demás<br />
países europeos. Contiene también, como es<br />
natural, elementos propiamente españoles que<br />
vale la pena resaltar.<br />
Es mejor apartar de buenas a primeras cualquier<br />
intento de deducir de nuestra historia determinados<br />
rasgos de carácter propios de lo español.<br />
Es evidente, por una parte, que hay características<br />
propias de lo español, determinados hábitos,<br />
predisposiciones sentimentales o expresivas<br />
que se advierten bien por comparación con<br />
otras culturas nacionales. Entrar en este terreno,<br />
sin embargo, conduce a un callejón sin salida.<br />
Así como ninguna política, ninguna ideología<br />
apura lo español, tampoco lo español es<br />
reducible a rasgos de carácter, a una conducta o<br />
a una serie de costumbres, por muy propiamente<br />
españolas que parezcan. Las advertencias de<br />
Julio Caro Baroja, en línea con el escepticismo<br />
de su tío, no han perdido su vigencia 7 .<br />
Tampoco deberíamos intentar deducir de nuestra<br />
historia una suerte de plantilla moral, un<br />
carácter que podríamos considerar español de<br />
una vez por todas. Intentos como los de Américo<br />
Castro y Claudio Sánchez Albornoz han iluminado<br />
partes muy importantes de la historia de<br />
España 8 . No tienen por qué llevar a caracterizar<br />
otra vez una supuesta alma española independiente,<br />
una vez creada, de la vida en común de<br />
los españoles. Es más interesante inspirarse en<br />
las reflexiones de Díez del Corral, de José Antonio<br />
Maravall o de Julián Marías, que evitan postular<br />
un carácter español ahistórico en el que<br />
nunca podrán reconocerse el conjunto de los<br />
españoles 9 . Esta precaución, que conviene tener<br />
siempre en cuenta, no debe impedir, sin embargo,<br />
intentar encontrar algunas fórmulas originales<br />
de vida en común que caracterizan la sociedad<br />
española y parecen ser creaciones propias 10 .<br />
6 Una perspectiva diferente, en JULIÁ, SANTOS, Historias de las dos Españas, Taurus, 2004.<br />
7 CARO BAROJA, JULIO, El mito del carácter nacional: meditaciones a contrapelo, Caro Raggio, 2004.<br />
8 Ver CASTRO, AMÉRICO, España en su historia. Cristianos, moros y judíos, Aguilar, 1962 y SÁNCHEZ ALBORNOZ, CLAUDIO, España, un<br />
enigma histórico, Edhasa, 2000. Ver también, desde una perspectiva menos “esencialista”. MENÉNDEZ PIDAL, RAMÓN, Los españoles<br />
en la historia, Espasa-Calpe, 1991.<br />
9 DÍEZ DEL CORRAL, LUIS, La Monarquía hispánica en el pensamiento político europeo. De Maquiavelo a Humboldt, Obras Completas III,<br />
Centro de Estudios Constitucionales, 1998. MARÍAS, JULIÁN, España inteligible. Razón histórica de las Españas, Alianza Editorial, 2002.<br />
10 Para una reflexión sobre la identidad de España en la historia, FUSI, JUAN PABLO, España. La evolución de la identidad nacional, Temas<br />
de Hoy, 2000. Sobre la historia de España: VV. AA., Reflexiones sobre el ser de España, Real Academia de la Historia, 2000, y MARCO, JOSÉ<br />
MARÍA, Una historia patriótica de España, Planeta, 2011.<br />
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