COLECCION ESCUELA DIPLOMATICA_NUM 18
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CAPÍTULO 3 > LA CULTURA<br />
¿Es lo mismo cultura que lengua a los<br />
efectos de la acción exterior?<br />
No siempre. Cuanto más se internacionaliza una<br />
lengua, más se desliga de su cuna geográfica<br />
cultural. Y cuando una lengua llega a ser lengua<br />
franca (como lo es hoy el inglés en todo el mundo<br />
o lo fue el griego en el Mediterráneo), deja<br />
de ser vehículo de cultura alguna. No es mera<br />
anécdota histórica el que San Pablo destruyese<br />
la cultura clásica pagana predicando en griego<br />
y no en hebreo. Y es posible que un día el Asia<br />
Oriental alcance la hegemonía mundial usando<br />
el inglés, de hecho en contra de los intereses de<br />
los Estados Unidos.<br />
El español no es una lengua franca (es decir la<br />
que hablan entre ellas gentes de quienes no es<br />
lengua materna) pero sí es una gran lengua internacional.<br />
Como tal, es copropiedad de varias<br />
naciones, que conforman un numerus clausus<br />
(no así el inglés). Por eso un esfuerzo de España<br />
para enseñar el español en Chicago beneficia a<br />
Méjico tanto o más que a España, mientras que<br />
un esfuerzo para dar a conocer a Ortega y Gasset<br />
en Chicago tan solo beneficia directamente<br />
a España.<br />
De esto se derivan varias consecuencias prácticas:<br />
1. La expansión del español interesa tanto o más<br />
a Hispanoamérica que a España. El que los brasileños<br />
aprendan español nos interesa a todos,<br />
pero más a los argentinos o uruguayos que a nosotros.<br />
En cambio el que los ingleses o alemanes<br />
lo aprendan nos beneficia más a nosotros que a<br />
los hispanoamericanos.<br />
2. El afianzamiento del español en los organismos<br />
internacionales nos interesa por igual a todos los<br />
hispanohablantes. Deberemos, pues, arbitrar<br />
medios diplomáticos conjuntos para conseguirlo<br />
(véase el punto 5 del presente apartado).<br />
3. El mantenimiento de la unidad de la lengua<br />
española, el evitar una fragmentación como la<br />
que sufrió el latín, importa más aún a los hispanoamericanos<br />
que a nosotros. Las naciones hispanoamericanas<br />
son geográficamente contiguas y<br />
el compartir la misma lengua supone para ellas<br />
un beneficio incalculable con vistas a cualquier<br />
proceso de integración económica regional.<br />
España, en cambio, está comprometida en un<br />
empeño de integración, el europeo, donde la<br />
multiplicidad lingüística es un mal que no tiene<br />
ya remedio al menos desde el siglo XI.<br />
No hay que dar por hecho que se mantendrá el<br />
carácter unitario del español, ni de ninguna otra<br />
lengua internacional. Los neologismos técnicos<br />
y científicos (hoy importados casi siempre del<br />
inglés) se siguen traduciendo de forma distinta<br />
en Méjico, en Bogotá, en Buenos Aires o en Madrid.<br />
Ya es tarde para evitar que el mismo instrumento<br />
se llame volante, manubrio o timón<br />
según el lugar geográfico, pero en la era de la<br />
radio, la televisión y el internet bien podríamos<br />
unificar las traducciones de las palabras nuevas<br />
que cada año nos llegan de otras lenguas. Habrá<br />
que convencer a las Academias Españolas (que<br />
tienen una asociación) para que sean eficaces en<br />
este campo.<br />
4. Siempre induce a error la frase tan común<br />
"hay mucha demanda de español" en tal o cual<br />
lugar. Carece de sentido hablar de demanda si no<br />
se aclaran la oferta, el precio de mercado y los<br />
costes. No se puede pretender que el contribuyente<br />
español, a través del Instituto Cervantes,<br />
practique el dumping de una mercancía en sí<br />
apreciada cual es la lengua española. Un economista<br />
riguroso podría argumentar que el español<br />
interesa a los ricos para vendernos cosas<br />
y a los pobres para emigrar a España. En ambos<br />
supuestos el interés sería de ellos, no nuestro.<br />
Pero la realidad nunca es tan simple. Habrá extranjeros<br />
que quieran saber español para comprarnos<br />
cosas (aunque desde siempre suele el<br />
comprador imponer su idioma), o para invertir<br />
en un país de nuestra lengua, o para hacer turismo<br />
cultural. 0 por simple simpatía por lo español.<br />
Y esto último merece la pena cultivarlo<br />
porque tiene un valor incalculable en las relaciones<br />
internacionales. No en vano eso, lo que<br />
los anglosajones llaman goodwill, se traduce al<br />
español por buena voluntad y también por fondo<br />
de comercio. Dos caras, la político-cultural y la<br />
económica, de la misma moneda.<br />
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