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COLECCION ESCUELA DIPLOMATICA_NUM 18

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1.4. Diplomacia pública,<br />

un proyecto integral<br />

Luis Melgar<br />

SUBDIRECTOR GENERAL DE DIPLOMACIA PÚBLICA. MINISTERIO DE ASUNTOS EXTERIORES<br />

Y DE COOPERACIÓN<br />

San Petersburgo, <strong>18</strong>59. Otto von Bismarck acaba<br />

de ser nombrado Embajador del Reino de Prusia<br />

ante la corte de los zares. En una audiencia con<br />

el conde Nesselrode, el hombre que un día sería<br />

conocido como el canciller de hierro presenta a<br />

un joven colaborador suyo como “el diplomático<br />

del futuro”. El conde Nesselrode responde<br />

con una frase que se ha hecho famosa: “en el<br />

futuro, no habrá diplomáticos ni diplomacia”.<br />

Ha pasado un siglo y medio desde entonces, y la<br />

historia nos demuestra que el conde Nesselrode<br />

estaba equivocado. El futuro ya ha llegado, y<br />

afortunadamente, sigue habiendo diplomáticos<br />

y diplomacia. Sin embargo, aún nos falta definir<br />

cómo será ese diplomático del futuro del que<br />

hablaba Bismarck.<br />

Vivimos hoy en una aldea global donde la realidad<br />

se configura a través de un conjunto de interconexiones<br />

demasiado complejo para poder<br />

ser asimilado en su totalidad. En ese mundo de<br />

información frenética, los medios de comunicación<br />

y la imagen desempeñan un papel fundamental.<br />

Por otro lado, las telecomunicaciones<br />

y los medios de transporte han permitido<br />

que la diplomacia ad hoc tenga una importancia<br />

mayor que en cualquier otro momento. Las<br />

relaciones entre los Estados ya no dependen de<br />

rígidas instrucciones que eran enviadas desde<br />

los servicios centrales de los ministerios a embajadores<br />

en lugares remotos. Ahora, una simple<br />

llamada telefónica o un viaje transoceánico<br />

pueden alterar el curso de la política exterior de<br />

un país.<br />

Esta serie de transformaciones hace necesario<br />

un replanteamiento de las relaciones internacionales.<br />

Los instrumentos de la diplomacia<br />

tradicional ya no son suficientes, ya que no están<br />

diseñados ni para conectar con el gran público<br />

y con la sociedad civil internacional, ni<br />

para operar en el mundo de la imagen. Hoy es<br />

preciso desarrollar aquello que se ha convenido<br />

en llamar diplomacia pública.<br />

El término “diplomacia pública” fue utilizado<br />

por primera vez con el significado actual en<br />

1965 por Edmund Gullion, un exdiplomático<br />

americano transformado en decano de la Fletcher<br />

School of Diplomacy, en la Universidad de<br />

Tufts. El término tuvo un éxito inmediato en<br />

los Estados Unidos debido a que suponía una<br />

alternativa a la palabra “propaganda”, que tiene<br />

prácticamente el mismo significado pero se<br />

encuentra cargada de connotaciones negativas.<br />

Así, la diplomacia pública acuñada por Gullion<br />

vendría ser el equivalente democrático a la propaganda<br />

llevada a cabo por los regímenes autoritarios.<br />

El término fue rápidamente adoptado<br />

por la United States Information Agency (USIA,<br />

que existió desde 1953 hasta 1999), y se ha ido<br />

extendiendo hasta alcanzar hoy un uso prácticamente<br />

universal.<br />

Por tanto, el término “diplomacia pública”, public<br />

diplomacy en inglés, recibe su nombre porque<br />

va dirigida al público y a la opinión pública,<br />

no por su carácter público o privado. De hecho,<br />

y al contrario que la diplomacia tradicional, la<br />

diplomacia pública puede ser llevada a cabo por<br />

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