COLECCION ESCUELA DIPLOMATICA_NUM 18
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CAPÍTULO 3 > LA CULTURA<br />
el poder del consumidor en las redes sociales<br />
están retando a las marcas al mayor desafío de<br />
la historia”, como aseguraba Susana Blázquez<br />
el 30 de noviembre de 2011 en un reportaje publicado<br />
en el diario El País con el titular de Las<br />
marcas, en la encrucijada o, como asegura John<br />
Gerezema en La burbuja de las marcas, nos encontramos<br />
antes una auténtica hiperinflación<br />
en el valor de uso potencial que se les adjudica.<br />
En un mundo en revisión con el concepto marca<br />
en cuestión y donde los estados conforman<br />
un poder en retroceso frente a un mercado globalizado,<br />
difícil de regularizar, deben tenerse en<br />
cuenta todos los elementos que permitan cincelar<br />
la marca de un país desde un prurito de diferencia,<br />
de ahí el papel de manifestaciones culturales<br />
singularizadas como el flamenco para avanzar en<br />
ese camino. Una certeza se impone en este punto:<br />
el flamenco no tiene fronteras, pero tiene cuna;<br />
España, y, muy especialmente, el sur de España,<br />
esto es, Andalucía, con una propagación fundamentada<br />
de aportaciones desde las regiones limítrofes,<br />
caso de Murcia y Extremadura.<br />
La creación cultural forma parte del activo de<br />
un país. No solo contribuye a su vertebración,<br />
a la configuración de su imaginario colectivo, a<br />
la ilación de los conectores emocionales e identitarios<br />
que constituyen el denominador común<br />
de cualquier demos, sino que, en un enfoque<br />
más estructuralista, conforma también un cimiento<br />
para la generación de riqueza, para la<br />
exportación de valores y referentes culturales,<br />
para la definición de la imagen de marca frente<br />
al resto de países.<br />
En opinión del antropólogo francés Edgar Morin,<br />
no estamos en una era de cambios, sino, más<br />
bien, en un cambio de era. Este momento de ruptura,<br />
que se vive a gran velocidad y que nos coloca<br />
en la incertidumbre, requiere de elementos<br />
configuradores, de iconos para la diferenciación,<br />
de realidades que contribuyan a forjar la marca de<br />
un país, imposible de definir si desenganchamos<br />
su realidad de las manifestaciones culturales que<br />
lo sustentan y lo distinguen.<br />
Como afirma el compositor, guitarrista y musicólogo<br />
Manolo Sanlúcar, en el sur de España, en<br />
Andalucía, disfrutamos de un privilegio del que<br />
disponen pocos pueblos en el mundo: la prerrogativa<br />
de poseer una cultura musical propia,<br />
distintiva, diferenciadora, con una arquitectura<br />
compositiva particular y una dimensión internacional<br />
sin disimulos. Hablamos del flamenco.<br />
Obviarla, como país, sería una irresponsabilidad.<br />
Ignorar su impacto en el andamiaje de<br />
nuestra cultura y su posterior proyección hacia<br />
el exterior, un error.<br />
El flamenco es un arte que va más allá de la música,<br />
genuino, singular, arraigado y expansivo.<br />
Se trata de una expresión artística popular, que,<br />
en palabras del sociólogo Gerard Steingress, se<br />
populariza con el tiempo; que se abre paso desde<br />
la clandestinidad cultural; que tiene algo más<br />
de doscientos años de recorrido histórico desde<br />
que aparecen las primeras manifestaciones con<br />
personalidad propia y que ha experimentado un<br />
proceso de socialización y de dignificación que lo<br />
ha llevado a consolidarse en el espacio cultural de<br />
España e internacional, partiendo de una doble<br />
perspectiva: la del conocimiento (más seguido)<br />
y del reconocimiento (más valorado). La primera<br />
vía conduce a su identificación, la segunda, aún<br />
más importante, a su puesta en valor.<br />
En la actualidad, el flamenco es un arte profesionalizado,<br />
escénico y comercial. Su geografía<br />
se ha agigantado exponencialmente. Desde el<br />
epicentro del sur de España, llega hoy a todos<br />
los países. El flamenco tiene en el mundo tantas<br />
peñas o más que el Real Madrid o el Fútbol Club<br />
Barcelona. Cuando se hacen estudios demoscópicos<br />
sobre la cultura española fuera de nuestras<br />
fronteras, el flamenco siempre aparece en el recuerdo<br />
de quienes nos visitan, en el estímulo de<br />
quiénes piensan viajar a España y en la cosmovisión<br />
que existe del país en el exterior.<br />
Sobre el origen, aún bastante nebuloso, y la<br />
transmisión reglada del flamenco como ámbito<br />
de conocimiento parcelado no existe aún unanimidad<br />
científica. Es un arte en construcción<br />
que necesita de la formulación en paralelo de un<br />
corpus de conocimiento científico que lo explique<br />
sin prejuicios, lo analice con rigor y lo proyecte<br />
como un valor cultural de la marca España,<br />
lejos de la influencia dañina del estereotipo<br />
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