COLECCION ESCUELA DIPLOMATICA_NUM 18
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CAPÍTULO 4 > NUEVAS TENDENCIAS. LA DIPLOMACIA DE LOS CIUDADANOS<br />
la moda. España tiene lujo y ha de saber descubrirlo,<br />
o redescubrirlo, y venderlo internacionalmente.<br />
En esa asignatura, siempre pendiente, de<br />
nuestro prestigio de país, la moda ha de ser un<br />
elemento indispensable. Loewe hacía lujo español<br />
para vender en España y para vender España<br />
en el mundo, un lujo español muy apreciado por<br />
los japoneses, posiblemente los consumidores de<br />
moda más importantes del siglo XX. El inmenso<br />
éxito de su fórmula fue precisamente lo que determinó<br />
que uno de los más grandes grupos del<br />
lujo francés, mundial si ustedes quieren, se fijase<br />
en Loewe. Es una marca francesa precisamente<br />
por ser otra de esas “excepciones” españolas<br />
que confirman la regla. España puede hacer lujo,<br />
puede vender lujo, porque tenemos todos los<br />
elementos que hay que tener para hacerlo, tenemos<br />
la materia prima, la historia -que se convierte<br />
en mano de obra cualificada- y el genio<br />
empresarial. También donde hoy hay jamón de<br />
Jabugo en algún lugar del mundo, hubo antes excelentes<br />
cerdos españoles. Estas cosas no suelen<br />
pasar nunca por casualidad.<br />
Moda es una palabra que refleja un éxito, un<br />
consenso, una idea feliz triunfando durante un<br />
pequeño periodo de tiempo. Somos un país propenso<br />
a la moda, primero por ese narcisismo mediterráneo<br />
que nos hace parecer felices sólo con<br />
estar vivos. Si hurgamos en las raíces, aparecen<br />
las Fallas, la Semana Santa, el Rocío, la Feria de<br />
Abril, la sardana, los carnavales, o los Sanfermines.<br />
Somos un país al que le gusta la calle, al<br />
que le gusta pasearse para ver y para que lo vean.<br />
Sin esa característica cultural probablemente sería<br />
imposible que Victorio y Lucchino, o Francis<br />
Montesinos, Manuel Piña, Antonio Alvarado,<br />
Hannibal Laguna o Elisa Palomino, fuesen españoles,<br />
como sería imposible que Dolce & Gabanna<br />
o Roberto Cavalli fuesen italianos. La moda es<br />
un cierto exceso sobre lo que ya tenemos, sobre<br />
lo que necesitamos. Precisamente es el sofisticado<br />
mecanismo que nos permite abandonar la<br />
comodidad del hábito, cambiar para reanimar el<br />
deseo. Y cambiamos más cuanto más ganas tenemos<br />
de hacerlo. No sé si por mediterráneos o<br />
por occidentales, nos gusta la moda aunque muy<br />
“freudianamente” nuestras élites disfruten negándolo,<br />
pareciendo que lo niegan. Nos sentimos<br />
más cómodos en el fútbol, pero no vamos a negar<br />
que también somos el Museo del Prado. Entre<br />
ambos está la moda española, las mujeres y los<br />
hombres de la moda española.<br />
No somos capaces de admitirlo, nos gusta la<br />
moda porque nos gusta el éxito, somos un pueblo<br />
exhibicionista, probablemente porque la geopolítica<br />
nos hizo católicos en vez de protestantes. Si<br />
han visto “El festín de Babette”, película mas lógica<br />
en un articulo de gastronomía que en uno de<br />
moda, no tengo que explicarles mucho. España,<br />
su cultura, al menos desde la Edad Media, es un<br />
país que sueña con la “buena vida”... Nos gusta la<br />
fiesta y ésta siempre va vestida, de hecho cuando<br />
interesamos internacionalmente, lo hacemos<br />
con atributos de ese brillante sedimento antropológico.<br />
El traje de torero, como el del samurai<br />
en Japón, el traje de manola, como el de geisha<br />
en Japón, son trajes -como el flamenco mismoinexistentes<br />
en otras culturas. Y sus gloriosos<br />
restos del pasado, aparecido por genial consecuencia<br />
de los nacionalismos culturales del XIX,<br />
estaban ahí desde la Edad Media. Probablemente<br />
ningún país ha sido más “promiscuo” que nosotros,<br />
a la fuerza si quieren, pero promiscuo al fin.<br />
Hemos sido invadidos más veces que los italianos<br />
o que los griegos, que ya es decir. Todo ese dolor,<br />
toda esa ruptura, cuando se ha enfriado, cuando<br />
ha cristalizado, ha conformado nuestra excepcionalidad.<br />
Hablando de excepcionalidades, ahí está esa “ñ”,<br />
letra imposible en el tablero de Internet, que<br />
con la “ç” francesa, nos reclaman que salvemos<br />
nuestra diferencia con uñas y dientes, porque la<br />
diferencia, lo saben muy bien los que hacen vinos<br />
de calidad, es lo que permite la mera supervivencia<br />
de ese producto en un mercado global. La “ñ”<br />
española en moda es todo lo que debe quedar de<br />
nosotros cuando las normas internacionales hayan<br />
homologado todo nuestro proceso creativo.<br />
Si renunciamos a ella, no tendremos valor, porque<br />
nos habremos quedado sin diferencia.<br />
Organización, probablemente nuestro déficit<br />
histórico. Necesitamos volver a ser uno, volver<br />
a hablar un solo idioma, un trabajo que probablemente<br />
los diseñadores que fundamos la Asociación<br />
Creadores de Moda de España (ACME)<br />
teníamos en mente al reunirnos en Granada por<br />
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