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TESIS DOCTORAL - UNED

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Introducción general Configuración general<br />

relatados, incorporan datos sin indicar fuentes y reproducen fragmentos enteros<br />

de esas fuentes sin señalar siquiera con comillas lo reproducido.<br />

Esto quiere decir que entre los libros de historia, que sirvieron en gran<br />

parte como fuente a los relatos literarios históricos de la época y los relatos<br />

literarios históricos mismos, no hay pues gran diferencia ni en cuanto al manejo<br />

de datos ni en cuanto a los procedimientos de valoración de esos datos<br />

(selección, interpretación personal, comentarios… etc). Viene a corroborar el<br />

que no haya diferencias esenciales (sino de intención) entre los propósitos del<br />

historiador y los del poeta: ambos quieren interpretar procesos históricos, y hasta<br />

se ha podido decir que un novelista puede explicar un proceso histórico mejor<br />

que un historiador (Dasfre, 1975: 235). A este propósito, es interesante lo que<br />

un historiador tan célebre como Tuñon de Lara (1973: 150) afirma de Galdós:<br />

Don Benito, testigo calificado, es fuente histórica de primera mano para<br />

cuanto ocurre en Madrid en 1865, fuente que algunos han mirado<br />

despectivamente tratándola – erróneamente – de ‘literario’.<br />

En segundo lugar, como se puede ver de todo lo que precede y como lo<br />

demuestra la historia de la historiografía, los criterios definidores del texto<br />

histórico (opuesto al texto de ficción), desde Heródoto hasta hoy son, a veces,<br />

tan enfrentados que la puesta entre paréntesis de la supremacía del documento y<br />

su supuesta objetividad, y el consecuente recurso a otros tipos de fuentes hasta<br />

entonces menospreciadas, muy especialmente a los textos literarios (como el<br />

caso de Galdós, que acabamos de destacar) redescubiertos éstos ahora por los<br />

historiadores, hacen que la oposición entre texto histórico y texto de ficción no<br />

sea clara. El rico acercamiento al discurso histórico que nos propone Jorge<br />

Lozano (1986) nos permite ver cómo las estrategias de veridicción de<br />

historiadores de una época son rebatidas por los de la época posterior. Lo que<br />

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