CIES SOCIEDAD BOSQUESINA - digeibir
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TOMO I:194 • <strong>SOCIEDAD</strong> <strong>BOSQUESINA</strong><br />
aproximadamente 5 años, mientras que esta herramienta sigue ausente<br />
en las comunidades ucayalinas observadas. La reacción a la escasez creada<br />
— la desaparición del cedro, económicamente mucho más valioso que la<br />
madera blanca — no ha sido la misma en el Ampiyacu y en el Ucayali,<br />
pues en el primero han surgido iniciativas de reforestación, lo que no es<br />
el caso — o sólo excepcionalmente — en el Ucayali.<br />
La reforestación, así como el manejo de la chambira antes mencionado,<br />
y el del irapay, igualmente escaso, significa un cambio profundo en la<br />
conducta de los bosquesinos que los han adoptado; un cambio profundo,<br />
porque es la señal de una modificación en la concepción que el bosquesino<br />
tiene tradicionalmente de la naturaleza: sólo las especies domésticas se<br />
cultivan, todo el resto es asunto de la naturaleza, se regenera sin aporte<br />
alguno de energía humana y “pertenece” a quien descubre y explota el<br />
recurso. Las unidades residenciales indígenas antiguas (caseríos, “malocas”)<br />
practicaban lo que se llama el “semi-nomadismo”: cuando los recursos se<br />
agotaban en cierto perímetro de las viviendas, el grupo se desplazó a otro<br />
territorio no depredado abandonando el sitio anterior a su regeneración<br />
natural. El ritmo de estos desplazamientos variaba entre los diferentes<br />
pueblos: entre tres y cuatro años hasta 6 y más años. El sedentarismo<br />
actual de las comunidades bosquesinas y su crecimiento demográfico se<br />
deben a la presencia de una escuela, un colegio y otras infraestructuras,<br />
a menudo de ladrillo y cemento y — aunque en menor grado — a la<br />
titulación de sus territorios. De esta situación resulta la confrontación de<br />
los comuneros con la escasez de los recursos no sólo en los alrededores<br />
inmediatos de la comunidad, sino en un área mayor, en las riberas de los<br />
ríos y quebradas, como lo expusimos más arriba. Desde luego, sembrar<br />
especies silvestres — maderas o frutales — es intervenir en una producción<br />
que hasta hace poco no era de responsabilidad humana y crear nuevos<br />
lazos de propiedad sobre especies que siempre fueron “de todos”. De ahí<br />
los problemas sociales que surgen con la afirmación de este nuevo tipo de<br />
propiedad y que hemos analizado en el caso de la chambira.<br />
Cabe subrayar que las iniciativas de reforestación en el Ampiyacu<br />
son un fenómeno reciente y que su motivación económica no resulta de<br />
un pago adelantado o inmediato como en los casos de las innovaciones<br />
productivas antes mencionadas. Varios de sus autores han afirmado su<br />
deseo de dejar el recurso madera a sus hijos. Se trata entonces de una<br />
capitalización a largo plazo, la que, a su vez, significa un cambio importante<br />
en la lógica de vida bosquesina cuyas motivaciones económicas siempre<br />
han resultado del pago inmediato o adelantado, es decir, del acceso<br />
inmediato al consumo. Tal vez no es casual que esta perspectiva a largo