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CIES SOCIEDAD BOSQUESINA - digeibir

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TOMO I:280 • <strong>SOCIEDAD</strong> <strong>BOSQUESINA</strong><br />

padre de un hijo recién nacido, se quedaba en casa y se sometía a una<br />

severa dieta. Así es que yo como etnógrafo quise encontrarlo también en<br />

mi trabajo de campo, no iba a ser menos. ¿Y qué encuentro? Bromas. Dice<br />

Miguel: “Mi sobrino dietó cuando nació su hijo. Él dietó dos días”, dice<br />

Miguel de Ródano, que ríe negando. “¿Sí Ródano?” “No”. Más risas. Es<br />

Reinón entonces el que dice que Atilio sí que dieta. Me vuelvo a Atilio y le<br />

pregunto. También él deniega, con un gesto de cabeza. Al parecer ninguno<br />

de los consultados tiene en alta consideración la práctica de la covada.<br />

En lo que no se detiene ninguna de las etnografías consultadas es en<br />

el Ingeniero y en el Proyecto –no importa cuáles. Pero a mí me parece<br />

muy interesante etnográficamente que cuando el Ingeniero considera<br />

motu proprio que ha llegado el momento de dar comienzo a la sesión,<br />

Samuel –que pertenece a la temible familia de los Serrano y es el presidente<br />

de la empresa comunal– le corte brusca y fríamente: “Señor Ingeniero.<br />

Esta sesión es muy importante, tiene que estar todo el pueblo, no sólo<br />

unos varones”. Samuel tiene toda la razón; pido perdón porque no me<br />

he referido mucho a las mujeres, aunque lo cierto es que ellos son menos<br />

activas públicamente, especialmente en cuestiones del aserradero, aunque<br />

siempre participan en las asambleas de cualquier clase. El Ingeniero<br />

también le da la razón pero asegura que sólo iba a anunciar el orden del<br />

día. Me ha sorprendido mucho el tono de Samuel, afilado, preparado<br />

para la lucha. La gente sigue sin aparecer. El Ingeniero se impacienta.<br />

“¿Quién es el policía aquí? Hay que llamarlos”.<br />

El Ingeniero se prepara activamente. Cuelga un gran papel en la pared.<br />

“Son las 8:45, voy convocar otra vez”. Sopla la bocina con desenvoltura.<br />

“A las 9 comenzamos”. El Ingeniero sigue escribiendo el orden del día,<br />

los puntos que se van a tratar. “Don Juanito, ayúdeme”, pide al jefe.<br />

Seguimos esperando pero los comuneros no aparecen. El Ingeniero me<br />

hace un gesto de incomprensión, de no entender. Luego sale y le dice a<br />

Julián, que es el agente municipal: “¡Vamos!” Juntos se van hacia el alto<br />

parlante desde donde realizan un llamado a todos los vecinos. Al regresar<br />

continúa con su labor de anotar los puntos del orden del día. Luego se da<br />

la vuelta y se dirige paternal a los congregados: “Si alguien no entiende<br />

nada, que levante la mano. A nadie se le va a reñir. Todos estamos<br />

aprendiendo. Yo también estoy aprendiendo”. Vuelve a coger la bocina<br />

y trata de hacerla sonar pero no le sale. “¡Pucha!” Vuelve a intentarlo<br />

pero sin suerte. Los comuneros ríen sin disimulo. El agente municipal<br />

agarra el pedazo de plástico y le saca un sonido potente. “Esperamos diez<br />

minutos más”, dice con autoridad. El jefe está sentado frente a todos,<br />

solo. “Doña Norma, por favor, pase. A los señores comuneros que están

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