CIES SOCIEDAD BOSQUESINA - digeibir
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TOMO I:264 • <strong>SOCIEDAD</strong> <strong>BOSQUESINA</strong><br />
Así es que nuestros amigos, que saben hacer todas estas cosas ellos solos,<br />
con sus propias manos, no precisan para su existencia de la ciudad, ni del<br />
dinero. Sin embargo sí precisan del dinero para abastecerse de una serie<br />
de mercancías que se han vuelto de uso cotidiano: fósforos, jabón, sal,<br />
azúcar, linternas, machetes, pilas, cartuchos, anzuelos y un no muy largo<br />
etcétera, o para enviar a sus hijos a estudiar a otra comunidad más grande<br />
o incluso a la ciudad.<br />
Y he aquí que a los comuneros se les ocurrió hace dos años poner en<br />
marcha un aserradero de bolaina, un árbol que crece espontáneamente<br />
en las chacras abandonadas, y que convierten en tablillas destinadas a la<br />
elaboración de cajas que sirven para transportar frutas y otras cosas. Así<br />
es que, aunque no es una madera de mucha calidad, las tablillas conocen<br />
mundo, porque desde Lima, su primer destino en el que adquieren su<br />
forma de caja, ¿quién sabe qué vueltas darán? Localmente, esas mismas<br />
tablillas, también se emplean para construir casas, aunque se pudren al<br />
cabo de un par de años.<br />
Por un lado, la idea de montar un aserradero no fue muy original,<br />
porque en este río en la última década han proliferado los aserraderos<br />
de bolaina; lógico pues no queda cedro, ni caoba, ni muchas otras de las<br />
maderas preciosas que se arrasaron en las décadas pasadas. Casi en cada<br />
vuelta se observa la misma escena, un poco triste a mis ojos, de tablillas<br />
ordenadamente apiladas en uve invertida y de cortezas botadas al curso<br />
del río, formando montañas en la orilla. Pero si lo miramos por otro lado,<br />
hay que celebrar el arrojo de los vecinos de este pueblo, el único del río<br />
que tiene un aserradero en común, donde no hay patrón y todos hablan<br />
en ese otro idioma que no es castellano.<br />
A las seis de la mañana, muchos días, se inicia una procesión cotidiana<br />
de hombres sonrientes, bromistas y fornidos hacia el aserradero. Escribo<br />
“muchos días” intencionadamente, porque aunque lo normal es que<br />
se trabaje de lunes a viernes, esta regularidad no es siempre respetada.<br />
En ocasiones los hombres deciden en común no ir a trabajar: tal vez se<br />
celebra una fiesta –y una fiesta dura mínimo dos días–, a veces tienen<br />
que llenar sus despensas con pescado o carne, quizás haya que realizar<br />
algún trabajo en pro de la comunidad, tal vez haya una visita especial,<br />
e incluso les puede dar por tomar cerveza un mañana cualquiera y allí<br />
ya nadie trabaja. Pero esto último es excepcional, porque estas personas<br />
de las que escribo son muy trabajadoras y responsables, aunque saben<br />
muy bien que en esta vida no todo es trabajar y ser responsable. Por<br />
supuesto hay que contar con la naturaleza: cuando le da por llover, y<br />
eso sucede muy a menudo, especialmente en invierno, no se puede