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CIES SOCIEDAD BOSQUESINA - digeibir

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TOMO I:279<br />

Luego se refiere al Brando, uno de los empresarios de la zona, con la<br />

lancha más grande y potente del pequeño río, fundo ganadero y negocios<br />

diversos en la ciudad. “Hay un pata, el Brando, que les adelanta plata para<br />

gastos operativos: la comida, el combustible y el salario de los trabajadores,<br />

y ellos le venden la madera a él”. Al parecer, el Brando mantiene una<br />

relación de habilitación o endeude con la empresa comunal, como en<br />

otros tiempos. Yo pensaba que ellos simplemente sacaban la madera y<br />

la vendían en la ciudad, pero no. O sea, el sistema de toda la vida en la<br />

Amazonia, semilla de todo tipo de abusos. “Luego a la hora de pagar, el<br />

Brando les da el hachazo”, y hace un gesto con el brazo, que tala un árbol<br />

imaginario. “Eso es lo que el Proyecto quiere evitar”.<br />

El Ingeniero, que se muestra apasionado por su trabajo, habla del<br />

Proyecto como si fuera un ente vivo, con autonomía propia. “El Proyecto<br />

le dijo a Juan que les iban a prestar la plata y que se la devolvieran a plazos,<br />

que así podrían vender la madera a buen precio”. Lanza un suspiro. “Pero<br />

esta gente… hay que cambiar su mentalidad. Para eso se necesita gente<br />

como usted”. “¿Antropólogos?”, pregunto. Asiente. ¿Puedo llamarme<br />

antropólogo por hacer un trabajo etnográfico en una Maestría, pese a ser<br />

periodista? “Teníamos un antropólogo pero se fue a los dos meses. No le<br />

gustaba hacer campo. Quería estar en la ciudad”. Me viene a la cabeza la<br />

idea de que la mentalidad que hay que cambiar es la de los responsables<br />

de los Proyectos, pero me callo.<br />

******************************<br />

Es domingo. A las ocho de la mañana suena la bocina. Se está<br />

convocando la esperada sesión. Los hombres van llegando poco a poco<br />

al local comunal. Los primeros son Juan, el jefe, y Ródano, el teniente<br />

gobernador, que barren el suelo. Luego llegan Miguel, Reinón, Julián,<br />

Esteban, Samuel, Manuel, Atilio… Usted lector no sabe quiénes son,<br />

y en aras de la ligereza no me voy a detener en presentarlos a todos,<br />

pero son algunos de los hombres que sostienen el trabajo en este pueblo.<br />

Son fuertes, hacendosos, divertidos, padres y esposos, familia entre sí por<br />

sangre, alianza o, si me lo permiten, por verse todos los días durante<br />

décadas. Muchos de ellos estaban ausentes en la primera reunión<br />

mantenida con el Ingeniero, pero esta madrugada ha llegado la lanchita.<br />

Miguel y Reinón bromean: recuperan una conversación que tuve con<br />

Miguel unos días atrás acerca de la covada, una costumbre documentada<br />

por diversos antropólogos en un pasado no muy lejano, por la que el

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