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CIES SOCIEDAD BOSQUESINA - digeibir

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TOMO I:272 • <strong>SOCIEDAD</strong> <strong>BOSQUESINA</strong><br />

Juan, el jefe de la comunidad –no se confunda, lo de jefe es un decir–,<br />

pasa de los sesenta años, pero le considero un espíritu joven, con una gran<br />

curiosidad, y una visión muy abierta de la situación de su pueblo en esta<br />

selva, y en este mundo. A mí me parece un hombre admirable; pero<br />

aunque sea un hombre admirable y jefe, no manda en nadie más que<br />

en sí mismo. Juan es el primero en tomar la palabra, con una alocución<br />

en la que responde a algunas críticas por las que le han dado duro en los<br />

últimos días, críticas que yo desconocía hasta el momento. El motivo fue<br />

el viaje a la ciudad que hizo para gestionar algunos asuntos relativos al<br />

Proyecto de Bosques Inundables, y que dio lugar al acta de la discordia.<br />

Luego el jefe habla de la matrícula de la lanchita, otro de los asuntos<br />

en los que ha trabajado últimamente. “Ya está inscrito nuestro módulo,<br />

también nuestra lancha está reconocida”, explica subrayando sus méritos.<br />

“Éste es el último que voy a gobernar. Yo tengo decisión de renunciar”,<br />

dice con voz fuerte. Se sienta.<br />

El Ingeniero toma la palabra y lo primero que hace es darme a mí<br />

las gracias: “Da la impresión que desde lo lejos también están interesados<br />

en nosotros”. Asegura que doy “realce” a esta reunión. Habla del padrón<br />

que está haciendo y dice que hoy va a tomar las fotografías de aquellas<br />

personas que aún no tienen.<br />

Después de tratar algún asunto burocrático sin importancia, se entra<br />

en la cuestión principal cuando el Ingeniero pide a uno de los comuneros<br />

que lea el acta de la discordia. Luego toma la palabra y asegura que esos<br />

puntos se van a volver a tratar otra vez para que decida, ahora sí, la asamblea.<br />

Pero por las razones susodichas, hoy hay poca gente en la asamblea. El<br />

Ingeniero pregunta si hay quórum o si hay que esperar a que venga el<br />

resto de la gente. “Hay que esperar”, dice uno. “Somos 38 comuneros<br />

los que trabajamos aquí y estamos menos de la mitad”, dice otro, que<br />

recuerda que no hay ni el cincuenta por ciento. “Correcto”, concede<br />

el Ingeniero. “Esperemos, pues es una decisión que debemos respaldar<br />

todos. Pero ahora quiero que me escuchen para que sepan lo que quiere<br />

el Proyecto. Voy a poner en el acta que se anula por falta de quórum,<br />

pero el tiempo es determinante, esta acta debería haberse debatido ya.<br />

Yo le iba a llamar –hay un teléfono satelital en un pueblo cercano, a<br />

dos horas de camino– al responsable del Proyecto esta tarde para que le<br />

diera el resultado de este debate. Porque hay una empresa que les quiere<br />

comprar tablillas, está esperando”. Durante un rato insiste en que esos<br />

retrasos están perjudicando. “No sé si me han entendido”. Esto último<br />

es en realidad una pregunta, pero nadie habla durante unos segundos,<br />

impasibles. El Ingeniero pone cara de seguir esperando respuesta. Uno

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