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86 EL MÁRTIR<br />

Belén, pueblo inmortal, santificada ciudad, despierta de tu sueño,<br />

porque el dia amanece y multitud de camellos trepan por tu suave<br />

pendiente.<br />

Inocentes belemitas, asomaos á las ventanas, porque los viajeros<br />

se acercan á vuestros pacíficos hogares.<br />

El edicto del César les hace dejar sus casas y encaminarse á las<br />

vuestras.<br />

<strong>Mi</strong>rad á las ricas herederas de Palestina montadas en sus gallardas<br />

pollinas, blancas como la nieve. Los mantos de púrpura de<br />

Tiro flotan al viento como las banderolas de Sion.<br />

Sus velos de trasparente encaje se arrollan por sus cabezas, ocultando<br />

á las curiosas miradas el rostro de sus dueñas.<br />

Los caballos árabes, aguijoneados por sus jinetes lujosamente<br />

vestidos^ relinchan y se encabritan, demostrando el fuego de su<br />

sangre y la pureza de su raza.<br />

También se ven literas de cedro y marfil con ricas colgaduras de<br />

seda de Damasco, conducidas por hombres cuyos negros y largos<br />

ropones demuestran la bajeza de su clase"y la opulencia del señor<br />

que conducen.<br />

Y ancianos venerables, con las piernas cruzadas sobre el jíboso<br />

lomo de sus camellos, y humildes caminantes sin más apoyo que el<br />

nudoso cayado que oprime sus callosas manos.<br />

Todos caminan hacia Belén, porque el César lo ordena. Pero<br />

¿cómo podrá esa ciudad pequeña, que cual un nido de palomas descansa<br />

sobre esa colina, recibir en su seno á tanta gente?<br />

Los belemitas abren sus puertas y ofrecen á los forasteros sus<br />

casas y sus servicios, y la ciudad se llena de extranjeros que corren<br />

á inscribir su nombre en el gran libro del César.<br />

En sus estrechas calles se rebulle como un hormiguero el gentío<br />

que la ha invadido.<br />

La ciudad sacerdotal, la gran Jerusalen, no estuvo nunca tan concurrida,<br />

tan animada, en las fiestas de los Ácimos, como Belén el<br />

dia 24 do diciembre del año 5099 del mundo.<br />

José y su esposa, obedientes á las órdenes de un pagano extranjero,<br />

llegaron también en este dia, después de seis jornadas de penoso<br />

viaje, á inscribir sus nombres en la ciudad de David.<br />

El santo conductor de la Virgen se detuvo delante de un edificio

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