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334 EL MÁRTIR<br />

Los soldados que rodeaban al Mártir retrocedieron, proclamando<br />

su divinidad.<br />

Las mujeres y los ancianos alzaron sus manos al cíelo, aterrados<br />

ante el universal estruendo que les anunciaba con la poderosa<br />

voz de la naturaleza que acababan de presenciar un deicidio.<br />

Una imponente oscuridad reina por todas partes.<br />

Los muertos se agitan en sus tumbas, y las pesadas losas que las<br />

cubren empiezan á moverse.<br />

Los vivos ven á los cadáveres andar por las calles, y los pálidos<br />

esqueletos se inclinan para saludar á sus parientes.<br />

En medio de esta desolación general, dos hombres permanecían<br />

en la cumbre del Gólgota con la frente erguida y la mirada provocadora.<br />

'<br />

Los dos fijaron sus altivos ojos en el cuerpo sin aliento de Jesús.<br />

Estos hombres, el uno se llamaba Longinos, el otro Samuel Beli-<br />

Beth.<br />

La Madre dolorosa ha caído desfallecida áTlos piés de la cruz;<br />

Magdalena, Juan y algunas piadosas mujeres la rodean y la prodigan<br />

los únicos consuelos que en tan doloroso trance puede ofrecerle<br />

la amistad : las lágrimas.<br />

Samuel y Longinos, después de contemplar un breve espacio á<br />

Jesús, dirigieron en torno una mirada burlona á aquellos hombres<br />

que hablaban con el rostro hundido en la tierra, á aquellas mujeres<br />

que huian espantadas y repitiendo :<br />

—- ¡Era el Mesías I ¡ era el Cristo! ¿Qué hemos hecho? ¡ Ay de<br />

los hijos de Israel!<br />

Beli-Beth avanzó unos pasos, y extendiendo la mano en dirección<br />

á la cruz, esclamó :<br />

— ¡nazareno! ¡Nazareno! ¡Nazareno!,.. ¿No me respondes? No<br />

importa. Escucha mis palabras. Yo me rio de la voz de la-lempestad,<br />

y desprecio á esa raza cobarde que huye espantada cuando<br />

vibra el rayo sobre sus cabezas : la mia no se inclina jamas. Si eres<br />

hombre, le venceré, estoy seguro de ello; y si eres Dios, te advierto que<br />

me hallo dispuesto para la lucha. Tú me has dicho que seria inmortal;<br />

pues bien, sólo los dioses son inmortales. Yo soy dios, comience la lucha.<br />

Samuel Beli-Beth abandonó el Gólgota soltando una terrible carcajada.

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