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DEL GÓLGOTA 183<br />

Llegaron á la muralla, y trepando por una estrecha y empinada<br />

escalera, subieron á la plataforma del castillo.<br />

Dímas cogió en sus brazos á Jesús, y asomándole por las'troneras,<br />

le enseñó unas ovejas que pacían junto á los fosos, diciéndole con<br />

afable y complaciente entonación :<br />

— Esas ovejas que pacen tranquilamente á la sombra de los muros,<br />

son nuestras, y aquel cabritíllo, blanco como la leche de su<br />

madre, es tuyo; yo te le regalo para que te acuerdes del hospedaje<br />

que te ha ofrecido el facineroso de los montes de Samaria.<br />

Jesús se sonrió como si hubiera comprendido aquellas palabras,<br />

y^ sus pequeñas y delicadas manos comenzaron á acariciar la crespa<br />

y larga cabellera del bandido.<br />

La tierna Virgen derramaba en silencio preciosas lágrimas de<br />

gratitud al contemplar á aquel hombre envuelto con las pesadas<br />

redes del crimen, que con tanta benevolencia trataba á su Hijo.<br />

José, acercándose á Dímas, le dijo con suplicante acento :<br />

— Si eres bueno, si en tu corazón no se ha extinguido aún el amor<br />

á los desgraciados, ¿por qué no abandonas esía vida de sobresaltos<br />

y crímenes que puede conducirte á la perdición?<br />

— Buen anciano, — le contestó Dímas enviándole una sonrisa<br />

benévola, —el camino del crimen es una pendiente muy resbaladiza,<br />

y cuando el hombre da el primer paso, le es imposible detenerse.<br />

Yo era bueno.... los hombres me hicieron malo y rencoroso....<br />

ahora es tarde.<br />

La Santa Familia permaneció en el castillo hospitalario hasta la<br />

caída del sol.<br />

Durante su permanencia fueron obsequiados por el caritativo<br />

capitán de una manera delicada.<br />

Cuando José se encaminó á buscar su modesta cabalgadura, un<br />

bandido, por orden de Dímas, la sacó del ronzal á la puerta de la<br />

fortaleza.<br />

<strong>Mi</strong>entras José ayudó á subir á la Virgen sobre la pacífica pollina,<br />

Dímas cogió al Niño en brazos.<br />

Jesús, como si hubiera querido despedirse del hombre que con<br />

tanta bondad le habia recibido en su casa, rodeó sus brazos al cuello<br />

del faciníjroso.<br />

Entonces Dímas oyó una voz dulce y melodiosa como el sonido de

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