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302 EL MÁRTIR<br />

— Entonces...<br />

Y Cingo acarició el mango de su puñal.<br />

— Es verdad, Cingo; con esos eternos soñadores, con esa terca<br />

y atrevida raza de Aaron, los reyes que ocupen el trono de Jerusalen<br />

es preciso que jueguen el todo por el todo; sólo la muerte<br />

extermina á los enemigos irreconciliables. Mata, Cingo, mata si es<br />

necesario.<br />

Al otro dia, los aclamadores de oficio, los bajos herodianos que<br />

anhelaban elevar á su señor sobre el altar del santo templo, como si<br />

fuera un Dios, apenas se presentó en la plaza para trasladarse á<br />

los baños de Callirpe, le saludaron con furiosos y repetidos<br />

vivas.<br />

Heródes no era cobarde; pero en los últimos dias de su vida tuvo<br />

miedo á dos fantasmas que se levantaban á todas horas en su calenturienta<br />

imaginación : la rebelión, que le cercaba por todas partes,<br />

y los niños Juan y Jesús, aclamados en voz baja por los israelitas<br />

como los próximos libertadores de las doce tribus.<br />

Esto le quitaba el sueño.<br />

Antes de abandonar la ciudad santa quiso mostrar á sus legiones<br />

su munificencia, su esplendidez para con los leales servidores de<br />

su trono, distribuyendo cincuenta dracmas á cada soldado y doscientas<br />

á cada capitán, sin contar muchísimos dones que distribuyó<br />

ásus amigos.<br />

Seguro por esta parte de la fidelidad de sus legiones, porque el<br />

ejército entonces aclamaba por su señor al que con más largueza<br />

pagaba sus aclamaciones, salió de la ciudad santa seguido de un<br />

brillante acompañamiento, entre el que se hallaba una parte de su<br />

familia y los cuatro médicos de cámara.<br />

Cingo se quedó en Jerusalen. El liegro debia derramar sangre inocente<br />

y manchar con ella la casa de Dios.<br />

El santo sacerdote Zacarías, el padre del Bautista, el sabio preceptor<br />

de la Virgen, estaba sentenciado á muerte.<br />

Sus verdugos no retrocedieron ante el horroroso y sacrilego crimen<br />

que iban á cometer.<br />

Cingo y sus infames compañeros se presentaron en el templo de.<br />

Sion con el puñal homicida en la diestra.

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