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EL MÁRTIR DEL GÓLGOTA 403<br />

— Es una advertencia que puede servirte de mucho, no lo<br />

olvides.<br />

— El rey poeta, el padre de Absalon, el de los largos cabellos,<br />

dijo : « Las reprensiones suaves quebrantan la ira : las palabras<br />

duras excitan el furor. » No olvides estas palabras del sabio Salomón.<br />

— i Oh! ¿Qué más humildad quieres en el hombre que te ama?<br />

— dijo el negro juntando las manos con ademan suplicante.<br />

— ¿Qué más resignación esperas de la mujer que te aborrece? —<br />

respondió la egipcia, lanzándole una mirada altiva que hizo estremecer<br />

al negro<br />

— Enoe, Enoe, piensa que estamos solos, que soy el más fuerte,<br />

y que hasta 1 ruido } oderoso de la tempestad está en favor mío,<br />

porque apaga la voz humana.<br />

Enoe se encogió de hombros y cerró los ojos, é inclinando la<br />

cabeza sobre un almohadón, murmuró :<br />

— ¡ Bah ! Tú no me harás daño, lo sé. Déjame dormir; me molesta<br />

la conversación ; estoy cansada.<br />

Cingo se hallaba desorientado ante aquella joven; lanzó un rugido<br />

y se dejó caer en uno de los extremos de la tienda, ocultando<br />

la cabeza entre las manos.<br />

},]iéntras tanto Enoe, triste como siempre, tranquila como nunca,<br />

seguía reclinada sobre el cojin, con los ojos cerrados.<br />

Para un hombre 'como Cingo, una mujer como Enoe era la<br />

desesperación.<br />

El feroz negro, viéndose siempre vencido, derrotado por ai^uella<br />

débil niña, estaba fuera de sí.<br />

Las ideas se sucedían en tropel en aquella imaginación inculta,<br />

salvaje.<br />

Tan pronto pensaba obligarla á obedecer sus mandatos por el<br />

poder de la fuerza, como se le ocurría caer á sus piés y llorar con<br />

ella la muerte del venturoso príncipe, que aun después de muerto<br />

reinaba en su corazón.<br />

Hay tempestades en el cerebro que devastan y dejan señales en el<br />

ser humano, como el paso del huracán en un campo de esjdgas.<br />

Cingo tenia la tempestad de su amor, de sus celos, de su ira, de su<br />

benevolencia, dentro de su cráneo. Estas ¡la-iones, estos sentimien-

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