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DEL GÓLGOTA 87<br />

de blancas paredes y altivas puertas [que se alzaba á pocos pasos<br />

de la ciudad.<br />

Aquel caserío se habia habilitado para recibir á los viajeros pudientes<br />

de Israel,<br />

A imitación de los grandes paradores de la Persia, su dueño ofrecía<br />

al caminante, en cambio de algunas monedas de plata, todas las<br />

comodidades apetecidas en casos semejantes.<br />

José, cubierto de polvo, desfallecido de cansancio, se detuvo á<br />

pocos pasos del blanco caserío, y dejando ásu esposa á la sombrado<br />

unos olivos, se encaminó solo hacia la casa en busca de una habitación<br />

donde hospedarse.<br />

Por el ancho hueco de sus puertas veíase en el interior del edificio<br />

rebullirse una multitud de hebreos, cuyos lujosos trajes demostraban<br />

la opulencia de su fortuna.<br />

Un viejo judío de repugnante catadura, miserable traje y cetrino<br />

color, se hallaba sentado sobre un poyo de piedra, á dos pasos de la<br />

puerta principal.<br />

Delante de él se veia una tosca y mugrienta mesa, sobre la cual<br />

se hallaba una pequeña arca de hierro abierta, en cuyo fondo brillaban<br />

algunas monedas de plata y oro.<br />

Su descarnada mano oprimía un punzón, con el que iba inscribiendo<br />

sobre una tablilla de cera el nombre de sus huéspedes.<br />

— La paz sea contigo, buen anciano, — le dijo José saludándole<br />

humildemente.<br />

— ¿Qué quieres? — le respondió el viejo judío con sequedad,<br />

— ¿Eres tú por ventura el dueño de esta casa? — volvió á decir el<br />

patriarca,<br />

— Vo soy el dueño, —respondió con criminal laconismo el helemita,<br />

— <strong>Mi</strong> esposa y yo venimos á inscribir nuestros nombres en el<br />

libro del César; somos de Aazareth, y te pedimos por Jehová nos<br />

concedas un trozo de techado donde albergarnos.<br />

— <strong>Mi</strong> casa está abierta para el viajero que paga su hospedaje.<br />

— Nosotros, amigo mío, somos pobres; en nuestra bolsa no se<br />

encontraría ni un miserable sevtercio.<br />

— JNada bueno nos viene de Galilea, — respondió el judío.<br />

Y solviendo groseramente la espalda á José, se puso á hablar con

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