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DEL GÓLGOTA 107<br />

en tu gracia y en tu hermosura, no puedo arrepentírme de haberte<br />

amado.<br />

— Pues yo me arrepiento, — dijo Sarai al través de su llanto.<br />

— ¡ Tú te arrepientes! — respondió Saphan en tono apesadumbrado.<br />

— Entonces tú ya no me amas,<br />

— 31e arrepiento y te amo, Saphan, ¡Oh! ¡Si tú conocieses el don<br />

de Dios!...<br />

— Mas ¿ cuál es ese don de Dios que viene á destrozar los corazones.<br />

— Es el de amarle ante todo y con todo el amor; es esperar su<br />

reino y aguardar su ley; es en fin, Saphan, llorar sobre las faltas<br />

de una vida culpable, y arrancarse el corazón, si es necesario, para<br />

no cometer otra culpa en lo sucesivo.<br />

Saphan miró á Sarai con ojo inquieto y receloso, y la dijo :<br />

— Yo no creo en tu arrepentimiento ni en tus fingidos dolores.<br />

Eres (^masiado joven aún ¡jara ^,! usar en la penitencia, y tu alma<br />

demasiado ardiente para rechazar el amor. Lo que yo creo es —<br />

continuó — que tu corazón ha cambiado durante mi ausencia; que<br />

otro ha sabido agradarte, y que tú quieres abandonarme Puedes<br />

hacerlo, Sarai, porque no te une conmigo ningún lazo. Las leyes<br />

de tu país, y más aún las del mió, que condenan tu culto, se oiiondrian<br />

entre nosotros á una unión legítima. Mas antes de seguir tus<br />

nuevas inclinaciones, quiero que alo menos sepas bien lo que haces<br />

y cuál será mi suerte. Escúchame.<br />

Bespiró con fatiga, pues su pecho estaba violentamente oprimido,<br />

y continuó :<br />

— ^li [ adre y mi madre, despu s de haber apurado sus inútiles<br />

esfuerzos para doblar mi resolución de dejarlo todo por tí, me han<br />

de.-'errado de su venerable presencia. Delante de mí re[)artieron sus<br />

bienes entre mis hermanos, y me desheredaron j A\ ! Y si no pronunciaron<br />

contra mí cabeza la maldición de los hijos rebeldes, fué<br />

porque Idida, la esposa que ellos habian escogido, se arrojó entre<br />

ellos y yo y les pidió mi perdón.<br />

— ¡ Sa[)han ! — exclamó Saraí, — ¿ por mí arrostrabas tantos infortunios?<br />

¡Oh ! ¡Que Dios tenga jtiedad de nosotros!<br />

— Tu recuerdo me habia armailo contra todo lo (¡ue se oponía á<br />

nuestro amor. Y^o era fuerte, }o tenía un valor (pie rayaba en fie-

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