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DEL GÓLGOTA 157<br />

Heródes, que se estremecía á cada palabra que pronunciaba su<br />

hijo, procuró dominarse diciendo :<br />

— Nadü temas, Archelao; los sueños de los judíos deben inspirar<br />

desprecio á los herederos de Heródes.<br />

Y luego, dirio^iendo la palabra á su nieto, continuó :<br />

— Achiab, corre á decir á mi esclavo Cingo que deseo partir al<br />

instante : tú me acompañarás.<br />

Achiab besó la mano de su abuelo y salió de la cámara saltando<br />

de alegría.<br />

Cuando Archelao y Heródes se quedaron solos, este dijo á su hijo<br />

bajando la voz :<br />

— Tú, hijo mío, te quedas en Jerusalen; yo parto á Jericó á hacer<br />

los aprestos de un viaje á Roma, donde tus rebeldes hermanos me<br />

acusan; pero antes de partir, escucha bien lo que voy á decirte, y<br />

no olvides que del cumplimiento exacto de mis órdenes depende<br />

que esta corona que descansa sobre mis sienes pase mañana á tu<br />

cabeza. Esos sabios caldeos que han sembrado la alarma en nuestra<br />

ciudad, tornarán á darme noticia de ese rey que buscan; entonces<br />

te apoderarás de ellos y me los mandas á Jericó presos entre dos<br />

muros de lanzas.<br />

— Serás obedecido, — contestó con gozo Archelao, en cuyas venas<br />

ardía la podrida sangre de su padre. — <strong>Mi</strong>entras tanto, duerme<br />

tranquilo : tú reinarás en Galilea, aunque sea preciso para ello<br />

llenar el Cedrón de sangre humana.<br />

Heródes, asomándose á la ventana por la que comenzaban á entrar<br />

los rayos del sol naciente, agitó un pañuelo, y al instante resonó<br />

en la plaza el toque de las trompetas.<br />

Después, cogiendo la varita de metal, volvió á arranear de la<br />

plancha de acero tres sonidos vibrantes.<br />

Salomé, Alejo y Verutidio se presentaron en la puerta.<br />

— ¿Y los médicos? — preguntó Heródes á su hermana.<br />

— Esperan en la plaza y te acompañarán á Jericó.<br />

— Pero ¿qué te han dicho?<br />

— Hoy, como siempre, te aconsejan los baños templados de<br />

Callíore.<br />

— ¡Bah ! Lo médicos siempre acaban por lo mismo : cuando se<br />

ven perdidos entregan el cuerpo en brazos de la naturaleza. Vamos.

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