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8 EL MÁRTIR<br />

garon n la ciudad del Tíber, '.ii-usto les recibió con aquella bondad<br />

que era tan propia á su carácter.<br />

El emperador, cuando el viejo rabino terminó su dolorosa relación,<br />

r("^|)"ndió :<br />

— Tus lágrimas y tus canas son una garantía para mí, anciano.<br />

El agobiado pueblo de Israel encontrará en mí un protector. Descuidad,<br />

])ues nada aborrezco tanto como á los tiranos; nada me<br />

inspira más repugnancia que los verdugos coronados. A las víboras<br />

se las aplasta.<br />

Los judíos se arrojaron á los piés del César Augusto, derramando<br />

un mar de lágrimas ante aquel rey magnánimo y generoso.<br />

Augusto, después de consolarles, dijo, dirigiéndose al más anciano.<br />

— He oido decir que en vuestra tieira ha nacido el Mesías anunciado<br />

por los Profetas.<br />

— Así se asegura en todo Israel, señor, —le respondió el rabino.<br />

— ¿Le has visto tú, anciano?<br />

— He tenido la dicha de besar sus divinas plantas en el templo<br />

de Sion.<br />

— ¿En qué tribu de Israel vive ese Dios hombre ?<br />

— La persecución de Heródes le obligó á emigrar á Egipto, y no<br />

ha vuelto á su patria. Duranie su penosa travesía, los ángeles de<br />

Abraham guiaron su cabalgadura, los dioses paganos del Cairo, de<br />

Alejandría y de Hermópolis cayeron rotos en pedazos de sus pedestales,<br />

los árboles bajaron sus frondosas ramas para servir de tienda,<br />

y las fuentes brotaron de las secas rocas de Matarieh.<br />

Augusto se quedó un momento pensativo, y luego dijo :<br />

— A Heródes di la comisión de que buscara á ese Niño.<br />

— Y Heródes degolló á todos los de su edad en la santa ciudad de<br />

Belén.<br />

El César, después de enterarse de algunos detalles pertenecientes<br />

á la infancia de Jesús, despidió á los embajadores, diciéndoles :<br />

— Si algún dia encontráis á ese Dios hombre ó niño, ) yo no he<br />

muerto, decidle que el señor de Roma quiere adorarle. Ahora partid<br />

tranquilos : no olvidaré lo que os he ofrecido.<br />

Algunas semanas después mandó un emisario é hizo comparecer<br />

al feroz Archelao ante el Senado de Roma.<br />

El clamor de un pueblo pudo más que la soberbia de un rey.

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