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DEL GÓLGOTA 95<br />

nuevo las imágenes que se habia en vano esforzado en rechazar.<br />

Cuando hacemos el sacrificio de nuestras más queridas é inocentes<br />

afecciones para ponerlas á los piés de un ídolo que creemos nos<br />

aparta de ellas, sentimos el mayor tormento que puede devorar el<br />

alma del hombre.<br />

Sa;;';an veia en aquel momento á su anciana madre llorando y<br />

dándole el último adiós, á su padre, enfermo y agobiado de pesares,<br />

y á sus hermanos, fieles á las antiguas costumbres, seguirle con<br />

scNcra mirada al darles el último adiós. Volvía á ver también á su<br />

prometida esposa, la bella y encantadora Idida, que al verle partir<br />

ocultaba sus lágrimas bajo el velo.<br />

Sin saberlo, habia traido á Sichem un corazón irresoluto con imágenes<br />

de una pura felicidad, y recuerdos y remordimientos que<br />

queria olvidar en los fuegos de una pasión ardiente. ¡ Ay! Un corazón<br />

que ve de lejos el resplandor divino, encierra muchas miserias<br />

secretas; lleva en sus propios scntinnentos, en una debilidad innata,<br />

una llaga qué le corroe y que le hace incompleta la felicidad ;<br />

desea y teme, llama y rechaza, quiere y no quiere, y no se adhiere<br />

por fin sino á lo que se le escapa.<br />

Sarai vio en una sola mirada tolo lo que pasaba en el corazón de<br />

Saphan, pues se sentía doblemente iluminada por el amor y por el<br />

dolor.<br />

Vil<br />

— ¡Oh, Saphan! — exclamó llorando eon amargura. — ¿Porqué<br />

no te resististe tú, cuando, loca de mí, te exigí tan grandes sacrificios?<br />

¡A) ! Yo creia pagártelos con toda una vida de amor y de adhesión,<br />

con toda una existencia consagrada á tí pues te amo como<br />

nunca, como jamas he amado.<br />

— Si tú me amases...<br />

— ¡Oh, mi Dios! Sí, yo te amo. Mas — continuó bajando sus ojos<br />

llenos de lágrimas — el Cristo, el Salvador, ha bajado á Sichem,<br />

nos ha hecho oír su palabra divina, y su voz ha remo\ido mi alma<br />

hasta lo más profundo tIe ella.<br />

Sajilian sonrió de un modo evtrafio.<br />

— Tú }a no me crees, — repuso Sarai como agobiada ¡tor un gian

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