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CAPITULO H.<br />

ACHIAB.<br />

Heródes el Grande tuvo nueve mujeres, veinte hijos y un número<br />

más considerable aún de nietos.<br />

Dorís fué repudiada y desterrada de Jerusalen, donde sólo podia<br />

entrar en los dias festivos por Mariamne.<br />

Sucesivamente les cupo la misma fortuna á Maltaca, Palada,<br />

Olimpiada, Fedra, Elpide, Roxana, Salomé y otras dos cuyos nombres<br />

no recordamos.<br />

Estas esposas, arrojadas villanamente del palacio del monarca,<br />

lloraron en sus destierros la indiferencia del bárbaro idumeo, estrechando<br />

á sus hijos contra sus pechos, heridos por el dardo cruel de<br />

la infidelidad de su esposo.<br />

Un dia las lágrimas se agotaron, y el deseo de venganza brotó<br />

robusto y animoso en los corazones varoniles de aquellas reinas<br />

postergadas.<br />

Aquellos ojos, enrojecidos por el llanto, buscaron con codicia una<br />

corona para sus hijos; vieron la de Heródes, á la que todas tenían<br />

un derecho, y entonces, con las manos crispadas aún por la rabia,<br />

comenzaron á acariciar el puñal ó la pócima que debia vengarlas,<br />

exterminando al tirano.<br />

Heródes vio el peligro que le amenazaba : tuvo miedo á su numerosa<br />

familia; vio cien puñales sobre su cabeza prontos á descargar<br />

el golpe fatal, y se dijo :<br />

— Matemos : los muertos no se vengan.<br />

Sin embargo, era preciso buscar un pretexto para disculparse á<br />

los ojos de César, su aliado, y de Israel, su esclava.

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