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EL MÁRTIR DEL GÓLGOTA 171<br />

Esta sonrisa, cual el rayo de sol después de la tormenta,.tranquilizó<br />

el agitado espíritu de la Virgen; y luego, volviéndose hacia el<br />

patriarca, que permanecía respetuosamente junto á la puerta,<br />

dijo:<br />

— Entra, José, y no temas; Jesús sonríe, y su sonrisa es como el<br />

arco iris de la tarde, que disipa las cargadas nubes.<br />

— Dios nos ordena ejecutar lo que te he dicho, — repuso el anciano.<br />

— Partamos, pues, y desde el cielo Jehová vele por nosotros<br />

durante la travesía, — dijo María con santa resignación.<br />

Los esposos dispusieron precipitadamente lo más necesario para<br />

el viaje.<br />

Pero ¡ay! ¡eran tan pobres!... La Santa Virgen colocó en un saco<br />

de lino algunos pañales y piezas de ropa indispensables, mientras<br />

que José, buscando en el cajón de una mesa de pino sus pobres economías,<br />

las guardó cuidadosamente en una bolsa de cuero.<br />

Luego entró en el establo, aparejó la hermosa pollina blanca que<br />

les habia conducido á Belén dos meses antes, colocó sobre sus pacientes<br />

lomos una cesta con víveres y un pellejo de agua, dejó bajo<br />

el emparrado al manso animal, y abriendo sin ruido la puerta de<br />

su casa, fué á decir á su esposa que todo estaba dispuesto.<br />

La Trinidad de la tierra salió de Nazareth con las lágrimas en los<br />

ojos y el dolor en el corazón, cuando los astros de la noche se hallaban<br />

en la mitad de su carrera.<br />

El ángel les habia anunciado un gran peligro; pero no les habia<br />

dicho la manera de salvarlo.<br />

De Nazareth á Egipto mediaba una distancia de ciento sesenta<br />

leguas.<br />

Y después, ¿cómo atravesar el desierto con sus olas de arena,<br />

sin más cabalgadura que una modesta pollina?<br />

Los árabes, que como bandas de buitres se lanzaban sobre las<br />

caravanas armadas que podían resistirles, ¿no les ameuazaban también<br />

con sus largas lanzas y sus corvos puñales, á ellos, pobres,<br />

indefensos y abandonados viajeros que no podían presentar contra<br />

el hierro enemigo más que sus lágrimas y sus súplicas?<br />

Pero dejemos estas reflexiones para colocarlas en acción más ade­<br />

lante.

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