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386 EL MÁRTIR<br />

— ¡ Bah! soy un cadáver que habla y siente aún por casualidad.<br />

— Es que no comprendemos qué bien puede producirte una<br />

medida tan extraña.<br />

— ¡Ah! ¿No lo comprendéis? Pues yo os lo diré. Los caldeos tienen<br />

fama de sabios, ¿no es cierto?<br />

— Sí, hermano mío. De todas las partes del mundo acuden los<br />

hombres de saber á la moderna Seleucia á admirar á esos sabios, á<br />

esos conocedores del globo celeste que con tanta precisión marcan<br />

el misterioso rumbo de las estrellas; pero....<br />

— Pues mira, hermana, los caldeos no tienen médicos. Cuando<br />

uno de ellos se encuentra enfermo de gravedad y su familia pierde<br />

las esperanzas, le colocan en una litera cerrada, le conducen á la<br />

plaza pública, y todos los que pasan tienen obligación, bajo penas<br />

muy severas, de acercarse al enfermo y enterarse de la clase de mal<br />

que padece. Entonces, si hay alguno que se ha encontrado en el<br />

mismo caso, indica á sus parientes el método que siguió para recobrar<br />

la salud.<br />

— Eso es un absurdo, — murmuró Alejo.<br />

— Será lo que quieras; pero te advierto que en ninguna parte<br />

del mundo llegan los hombres á mayor vejez que en las orillas del<br />

Eufrates, en la tierra de Us y en la Arabia Feliz, porque allí se<br />

curan por la experiencia y la caridad, y no por la ciencia y ei ínteres.<br />

— Perdona, señor, si no te obedecemos en estos instantes, •— se<br />

atrevió á decir Archelao; — seria una imprudencia.<br />

Heródes, acostumbrado á ser obedecido durante su reinado hasta<br />

en las cosas más absurdas, miró á su hijo con asombro, y luego<br />

exclamó :<br />

— ¿Quién se opone aquí á mi voluntad?<br />

— Yo, — dijo con energía su hijo y sin bajar los ojos; — yo,<br />

porque creo que es un deber de hijo y subdito Jeal desobedecerte.<br />

— I Tú! jtú! — exclamó de un modo feroz.<br />

Y dirigiéndose á su cuñado, continuó :<br />

— i Llévate á ese borracho!<br />

Archelao, que más tarde demostró que tenia el alma tan negra y<br />

el corazón tan sanguinario como su padre, se cruzó de brazos, y con<br />

una calma impropia de la situación dijo :<br />

— Los insultos se convierten en alabanzas cuando se tributan á

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