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DEL GÓLGOTA 205<br />

Aquel miserable, que no f ra otro que Barr-Ableí- acal al^a de<br />

herir á un pastor por robarle unas cuantas monedas de cobre y un<br />

cabrito,<br />

Barr-Abbas era cobarde, y después de cometer un crimen, el<br />

mií'do prestaba alas á sus piés.<br />

Cuando llegó al extremo de la barrancada buscó entre unas matas<br />

la entrada de una cueva, y se introdujo en ella.<br />

Aquel sitio ignorado que habitaban de vez en cuando la^ fieras y<br />

los bandidos de Samaría, par( ció tranquilizar el agitado espíritu de<br />

Barr-Abbas.<br />

La caverna era inmensamente grande.<br />

En el primer vestíbulo desembocaban cinco galerías abiei tas por<br />

la mano de la naturaleza en la misma roca,<br />

Barr-Abbas se introdujo en una de ellas, perdién'^ose á poco entre<br />

las sombras,<br />

l.n go trascurrieron algunas horas, y cuatro baididos entraron<br />

en la cueva,<br />

— ¿Están bien colocada- las centinelas, Nacor?<br />

— Nadie se atreverá á llegar á este sitio.<br />

— Es preciso desconfiar.<br />

— Encendamos una hoguera, que el frío arrecia.<br />

— ¿Conque dice Gestas que viene esta noche Dímas?<br />

— Así lo ha dicho.<br />

— Adonai^ le dé un buen consejo.<br />

— No esperes que torne ala vida aventurera: el que u\e á Jesús,<br />

busca el bien, — repuso un bandido.<br />

Los cuatro compañeros callaron.<br />

Poco después se presentaron otros cuatro, v luego hasta diez<br />

y seis.<br />

Últimamente, Dímas y (b slas entraron en la caverna.<br />

Todos se sentaron alrededor de la fogata.<br />

1. Dios.

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