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DEL GÓLGOTA 283<br />

roso, porque U;do lo había escuchado, y Maleo, embozándose en<br />

su manto, encaminóse ácasa de su señor á participarle que el encargo<br />

quedaba terminado,<br />

María, próxima á desmayarse en brazos de Magdalena, suplicó<br />

á Juan (¡ue la condujera adonde estaba su Hijo,<br />

— i Oh, Madre llena de amargura! — exclamó el apóstol. —<br />

¿A qué aumentar tu dolor con la piesencia de su cruel martirio?<br />

Condúceme adonde se halle, — repuso la Virgen.<br />

Y los tres se encaminaron á casa del pontífice.<br />

María, vacilante, desfallecida, quiso caminar delante; [>ero faltándole<br />

las fuerzas, tuvo que apoyarse en el brazo de Magdalena.<br />

A };ocos pasos de la casa vieron un grupo de gente que rodeaba á<br />

un hombre.<br />

]^..-ie hombre gritaba con toda la fuerza de sus pulmones, diciendo<br />

:<br />

— ¡Sí,.,, sí.... yo soy Pedro, antes Simón ; S(jy galileo, discípulo<br />

de Jesús, el verdadero Profeta; soy uno de sus apóstoles, soy el más<br />

amante de sus doctrinas; rasgad mis vestiduras, destrozad mis<br />

carnes! ¿Qué os detiene? Si hace poco, por un escrúpulo cobarde,<br />

he I odido negar á mi Maestro, ahora me arrepiento y le reconozco,<br />

le admiro v le adoro.<br />

— I]ste hombre está loco, — dijo un SDÍdado.<br />

Y la gente fué dejando solo á Pedro, en cuyos ojos aun no se<br />

habian secado las lágrimas.<br />

]\íaría, Juan y Magdalena se reunieron con Pedro y este les condujo<br />

¡)!ir el estrecho corredor de la casa del pontífice, en cuyo extremo<br />

se hallaba Jesús encerrado.<br />

La Madre dolorosa vio á su Hijo á través de los barrotes de una<br />

ventana.<br />

A¡)énas le reconoció; tal le habian puesto sus bárbaros verdugos.<br />

Caifas habia mandado que se dejara la entrada libre, para que el<br />

populacho pudiera ver é insultará su antojo al iNazareno.<br />

Ya hemos dicho que la triste y vacilante luz de una tea aluuibraha<br />

el miserable aposento del[U'eso.<br />

La presencia de la Madre aíligida en aquel sitio hizo enmudecer<br />

á los curiosos.

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