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306 EL MÁRTIR<br />

Ileródes, se disponen á atacar con mano vigorosa la enfermedad,<br />

aunque la creen incurable.<br />

Prohíbese la entrada en el cuarto del rey á todo el mundo; nadie<br />

puede darle, aunque lo pida, más que lo que los médicos ordenan;<br />

y sus esclavos, creyendo que su señor ha muerto, esparcen esta<br />

noticia, que corre la Judea llenando de júbilo á cuantos la oyen<br />

Dejemos por algunos instantes á Heródes bajo la sahaguardia de<br />

los médicos, y fijemos nuestra atención en un jinete que á galope<br />

tendido cruza por una de las tortuosas y pedregosas veredas de los<br />

montes de Judá.<br />

Imposible es imaginarse un camino más tétrico, más sombrío,<br />

más espantoso.<br />

Profundos barrancos, rocas escarpadas que amenazan con su<br />

caida la vida del viajero, profundas cuevas abiertas en el seno de<br />

aquellas áridas montañas por las espantosas sacudidas de la tierra,<br />

eternr é impenetrable refugio de los bandidos árabes y las salvajes<br />

fieras, encuentra por todas partes la intranquila mirada del caminante.<br />

La naturaleza no posee un teatro más terriblemente dispuesto<br />

para el crimen que los barrancos de los montes de Judá.<br />

El puñal del asesino ha dado un nombre á aquellas solitarias veredas<br />

: la via Sangrienta.<br />

Célebres por la sangre derramada, el viajero, apenas distingue<br />

sus espesos matorrales, sus tétricos bari'ancos, siente latir su corazón<br />

y piensa en Dios y en la muerte.<br />

La noche de que nos ocupamos la luna estaba en su lleno,<br />

pero los apiñados escuadrones de blanquecinas nubes que cruzan<br />

por el firmamento ocultan la clara luz de su casta frente, dejando<br />

en completas tinieblas la tierra.<br />

El nocturno caballero parece práctico en el camino, y el caballo<br />

le inspira, al parecer, una confianza completa, pues las riendas<br />

flotan al viento sobre su robusto y reluciente cuello.<br />

De vez en cuando el aéreo celaje de una nube se quiebra, y un<br />

rayo de la misteriosa soberana de la noche cae desde el cielo, bañando,<br />

con su dulce y plateada luz las oscuras sinuosidades del<br />

camino<br />

Entonces el jinete se emboza con la flotante tela de su blanca

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