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DEL GÓLGOTA 357<br />

Achiab estaba pálido y temblaba; sus piernas casi se negaban<br />

á sostenerle, porque el hedor horrible que despedía el cuerpo del<br />

enfermo le iba trastornando la cabeza.<br />

Fijóse el rey en la agitación de su nieto, y una sonrisa espantosa<br />

cruzó por sus relucientes labios.<br />

— ¿ Tienes miedo ? —le preguntó. — ¿Y por qué tienes miedo<br />

— Yo no tengo miedo, señor, — le respondió el niño con apagado<br />

acento; — pero tus palabras me hacen daño.<br />

— ¡ Ah ! ¡ <strong>Mi</strong>s palabras te hacen daño! Tú venias á traerme un<br />

canastillo de manzanas criadas en los campos de Damasco, y esas<br />

manzanas... esas manzanas...<br />

Heródes se detuvo un momento y miró á su nieto, como si quisiera<br />

leer en el fondo de su alma ; después continuó:<br />

— Recoge las manzanas y tráelas aquí sobre la cama; quiero<br />

verlas, tocarlas y comerlas, porque tengo mucha hambre. ¡ Ab !<br />

Dame el cuchillo. Anda, trae las manzanas y el cuchillo.<br />

Achiab rfecogió las manzanas, las dejó sobre la cama, y luego,<br />

cogiendo de la mesa donde se hallaban los medicamentos un cuchillo<br />

de hoja de plata, fué á entregárselo á Heródes.<br />

— Una, dos, tres, cuatro, cinco y seis; seis manzanas, — dijo<br />

Heródes contándolas y mirando á hurtadillas á su nieto. — ¡ Qué<br />

hermosas ! Son coloradas como la flor del terebinto, y finas como la<br />

seda de Siria. ¿No es verdad que son muy bonitas ?<br />

— Mucho, abuelito, — contestó el niño, más tranquilo y casi<br />

repuesto de su miedo.<br />

— Pues mira: tú vas á comerte tres, y yo las otras.<br />

— Pero yo no tengo ya gana de más; las he traído para tí. Son<br />

tan bonitas, que al verlas en ese canastillo me dije : Voy á cogerlas<br />

y á lle\árselas al abuelito, y él me lo agradecerá.<br />

Heiódes meditó un momento, como estudiando las palabras de<br />

su nieto, y luego dijo:<br />

— Pues bien, comámoslas los dos ; yo lo quiero, ¿ lo ovi s ?<br />

— Entonces, obedezco.<br />

Y el niño cogió una manzana y empezó á comerla.<br />

Seguro Heródes de que su nieto no trataba de envenenarle, comenzó<br />

á cortar otra y se la comió con la avaricia que tenía j)()r<br />

costumbre y luego otra. Al llegar á la tercera, sus dientes se

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