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410 EL MÁRTIR<br />

Que repite : Darío, Darío,<br />

Piensa que muriendo estoy ;<br />

Por los manes de mi madre...<br />

— ¡ :Maldita seas ! ¡ Maldita laque te llevó en sus entrañas ! ¡ Maldito<br />

el fruto de tu vientre, si un dia concibes, hasta la cuarta generación<br />

! — exclamó Cingo lanzando un rugido.<br />

Era que exhalaba el último soplo de su vida; y lanzando con una<br />

furia sobrenatural la pesada lanza que tenia en la mano, cayó desplomado<br />

y rodó por una pendiente, despedazándose el rostro al caer,<br />

con los pedriscos que sembraban aquel terreno.<br />

La lanza pasó silbando por encima de la cabeza de Enoe, pero la<br />

egipcia no se movió. Vio caer á Cingo, cesó su canto, detuvo su cabalgadura,<br />

y alzando los ojos al cielo con dolorosa actitud, murmuró,<br />

en voz baja:<br />

— ¡ Amor mío, ya estás vengado!<br />

Después, queriendo cerciorarse más, dirigió su dromedario hacia<br />

el sitio en donde habia caido el negro, y llegando ádos pasos del<br />

ensangrentado cuerpo, se detuvo de nuevo.<br />

El etíope estaba horriblemente desfigurado.<br />

Había muerto, pero aun tenía los ojos abiertos y se agitaban sus<br />

párpados con una espantosa precipitación.<br />

Los tres perros le lamían las manos y el rostro, aullando siempre.<br />

— Sí, ya no existe, — murmuró Enoe. — ¡ Su muerte ha sido<br />

horrible, espantosa!... <strong>Mi</strong> pobre Antipatro debió sufrir mucho, pues<br />

murió del mismo modo que este miserable esclavo. ¡ Oh ! Cuando<br />

pienso que tú, príncipe mío, señor de mi corazón, has muerto sin<br />

que mis besos cierren tus hermosos párpados, abandonado de los<br />

hombres y tal vez de los dioses inmortales, creo que mi venganza<br />

ha sido pequeña. ¡ Y tú, cuerpo maldito de un ser que ya no existe,<br />

bien muerto estás en mitad de ese camino que te conducía al edén<br />

de tus eternas esperanzas, de tus continuos ensueños!<br />

Enoe se detuvo un momento.<br />

Después apartó su mirada del cadáver, y la elevó al cielo, exclamando<br />

:<br />

— ¡ Dioses del Olimpo, cerrad vuestro hermoso paraíso al espíritu<br />

de este malvado ! ¡ Lares protectores de mí familia, guiad por la<br />

senda de la vida á esta doncella abandonada!

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