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48 EL MÁRTIR<br />

Las cortinillas de piel, de un color fuerte herméticamente cerradas<br />

por unas anillas de plata, por las que cruzaba una varilla del<br />

mismo metal, y el balanceo pesado y grave de la litera, demOsü'aban<br />

que dentro debia viajar alguna persona.<br />

Como custodiando las portezuelas de la litera, caminaban dos<br />

homh^es-lujosamente vestidos con largos ropones y turbantes de<br />

lino á la usanza hebrea.<br />

Detras de la litera seguían doce esclavos que conducían unas pesadas<br />

arcas de madera claveteadas con redondos y gruesos clavos<br />

de bronce.<br />

Últimamente veíase salir un pelotón de soldados con los pertre­<br />

chos de guerra.<br />

Aquellos soldados eran romanos.<br />

Cuando la comitiva llegó á la orilla del lago, se detuvo : uno de<br />

los hebreos alzó un extremo de la cortinilla y cambió algunas pala^<br />

bras con el personaje que al parecer viajaba en la litera.<br />

' Después, dirigiéndose á los esclavos, dijo con voz de mando :<br />

-" i A las naves 1<br />

Los esclavos dejaron la litera en el suelo, y cogiendo una de las<br />

arcas, la condujeron hasta la orilla del lago, donde se veian tres<br />

barcas custodiadas por algunos soldados.<br />

Inmediatamente sacaron del arca unos finísimos paños de Tiro y<br />

tres almohadones de seda con riquísimas franjas de oro.<br />

Con una rapidez increíble alzaron sobre la popa de una de aquel\?.6<br />

barcas una especie de dosel, denlro del cual colocaron los<br />

tres almohadones y una alfombra de Persia y cuatro pebeteros<br />

de plata.<br />

Entonces el hombre que había recibido y dado órdenes entró en<br />

la tienda, llenó los braserillos de mirra y les pegó fuego.<br />

Pronto un perfume tibio, delicioso, se extendió dentro de aquella<br />

tienda improvisada.<br />

— ¡ A los remos! — volvió á decir el hombre del turbante.<br />

Doce hombres se senlaron~en los banquillos de las bandas y empuñaron<br />

los remos, teniendo los palos levantados un codo de la superficie<br />

del agua.<br />

— Conducid vosotros al tetrarca, — volvió á decir el hombre á<br />

lus ocho esclavos que quedaban libres.

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