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DEL GÓLGOTA 245<br />

Un hombre, casi un anciano, vestido modestamente con la toga<br />

de los patricios, salió del palacio del César y saludó con amabilidad,<br />

levantando el extremo de sus anchas vestiduras, á los que se hallaban<br />

en la plazoleta.<br />

Todos se inclinaron con muestras de respeto.<br />

El hombre de la toga cruzó solo el arco del vestíbulo, y se encaminó<br />

con paso tranquilo hacia la ancha calle que se extendia<br />

delante del monte Celio.<br />

Su rostro tenia una expresión de indefinible bondad; su cabeza,<br />

cubierta de canas, se inclinaba ligeramente sobre su pecho como<br />

las ramas de un árbol cargado de fruto.<br />

Su estatura mediana, su físico delicado y su ademan humilde, no<br />

demostraban en él nada de extraordinario.<br />

Deteniéndose un poco, podia verse que aquel anciano cojeaba<br />

ligeramente de la pierna izquierda.<br />

De vez en cuando algún transeúnte se detenía para mirarle, como<br />

si pretendiera reconocerle.<br />

Entonces el hombre de la toga se sonreía con bondad, confundiéndose<br />

entre el gentío, y continuaba su camino, procurando evadirse<br />

de las miradas investigadoras que le dirigían.<br />

Así cruzó una gran parte de Pioma, y atravesando la via Sacra,<br />

llegó al monte Esquilino y al Viminal.<br />

Al llegar á este retirado cuartel de la populosa ciudad, el rostro<br />

del misterioso transeúnte se entristeció visiblemente, y se detuvo,<br />

dirigiendo una mirada cariñosa hacía una casa de modesta apariencia<br />

que se hallaba cerrada.<br />

Algunos árboles de hojas amarillentas alzaban sus copas por<br />

detras de los muros, como los cipreses de un cementerio abandonado<br />

por los vivos.<br />

El hombre de la toga se llevó la mano á los ojos como para enjugar<br />

una lágrima, y después, exhalando un suspiro desde el fondo<br />

de su pecho, pronunció estas palabras :<br />

— ¡ Pobre Virgilio ! Xus flores ya no perfuman tu apasionado<br />

acento ; las aves no cantan sobre las copas de tus árboles, o\cndo<br />

tus dulces versos; los dioses inmortales te arrancaron de la tierra<br />

para llevarle á su cíelo. ¡ Ellos te sean propicios!<br />

Después piosiguió su camino en dirección á una magnílica casa<br />

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