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132 EL MÁRTIR DEL GÓLGOTA<br />

por SU cerebro, le amargaban sin cesar una por una las sangrientas<br />

horas de su maldita existencia.<br />

Heredes no tenía para oponerse á la abierta rebelión de su pueblo<br />

más que sus sicarios, sus cortesanos y la secta baja, despreciable y<br />

reducida de los herodianos, que al recibir de su señor el oro á manos<br />

llenas, habían pretendido elevarle sobre el altar de Sion y adorarle<br />

como á Dios.<br />

Los fariseos, potentes y atrevidos, le negaban el juramento de<br />

fidelidad.<br />

Los indómitos esenios seguían el ejemplo de los fariseos.<br />

Los jóvenes entusiastas, los valientes discípulos de los doctores de<br />

la ley de Moisés, llenos de noble indignación, conspiraban, desafiando<br />

á la muerte, en mitad del dia, soñando siempre en el delicioso<br />

momento déla venganza, en el venturoso instante de libertad.<br />

Porque en Ileródes sólo veían á un verdugo extranjero, á un enemigo<br />

cruel, y ansiaban exterminarle.<br />

La vida del tirano rey de Judá era un continuo sobresalto.<br />

El puñal homicida le amenazaba por todas partes.<br />

Un dia corrió de boca en boca la falsa noticia de su muerte, y el<br />

pueblo encendió fogatas en señal de regocijo.<br />

Heredes apagó aquellas hogueras con la sangre de los que habían<br />

tenido el atrevimiento de encenderlas.<br />

En lo más fuerte de estas discordias civiles fué cuando los reyes<br />

Magos llegaron á Jerusalen preguntando por el rey de Judá que<br />

acababa de nacer, por el Mesías anunciado por los Profetas, por el<br />

salvador del pueblo de Israel.

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