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DEL GÓLGOTA 405<br />

una postura más cómoda y continuó de aquella manera las repetidas<br />

libaciones.<br />

Los vapores del vino comenzaron á producir su efecto; pero<br />

Cingo bebía, y Enoe fingía dormir.<br />

De repente los perros comenzaron á ladrar de un modo desesperado.<br />

Cingo, con esa voz bronca y ligada de los borrachos, murmuró<br />

estas palabras :<br />

— ¿Qué es eso, Moloch? ¿Qué ocurre. Tifón? ¿Hay algún curioso<br />

por los alrededores? ¿Por qué ladráis, leales centinelas? Morded,<br />

despedazad, pero no me rompáis los oidos con vuestros gritos desagradables.<br />

Los perros continuaban con más fuerza sus ladridos.<br />

— Veamos lo que ocurre, — volvió á decir el negro.<br />

Y no sin algún trabajo, se puso en pié, y cogiendo la lanza, salió<br />

de la tienda.<br />

Enoe abrió los ojos al verse sola, se levantó, recorrió la tienda con<br />

precipitación, buscando algo que no encontraba, y luego, volviendo<br />

á colocarse en la misma posición, dijo, sonriendo tristemente :<br />

— Espera, espera, amor mío; yo no duermo jamas,<br />

Cingo, apoyado en su lanza, recorrió los alrededores de la tienda,<br />

pero no halló nada.<br />

La tempestad se había disipado. Los rayos del sol de la tarde bañaban<br />

con su luz clara y radiante los pintorescos campos de la tribu<br />

de Efraim y las verdes riberas del Jordán,<br />

Hacía el Norte destacábanse en lontananza las tétricas montañas<br />

de Samaria, como un escuadrón de gigantescos fantasmas. La tempestad<br />

se cernía aún sobre sus altas cumbres, encaminando su terrible<br />

cólera hacía las costas occidentales.<br />

Cingo tornó á entrar en la tienda tambaleándose, y se dejó caer<br />

sobre su piel.<br />

Algunos momentos después dormía profundamente.<br />

Su respiración, tuerte y pausada, demostraba la calidad del sueño<br />

que la producía. Cingo dormia el sueño pesado y profundo del borracho.<br />

La egipcia abrió sus hermosos ojos. Un rayo de sol, entrando<br />

por la puerta de la tienda, bañaba la negra v salvaje cara del esclavo.

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