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DEL GÓLGOTA 75<br />

Elisabet sus temores sobre un suceso cuya esperanza la colmaba de<br />

gozo, pero que su edad avanzada podia hacer funesto.<br />

» ¡ Cuan religiosa y grave debia ser la conversación de estas dos<br />

santas mujeres!...<br />

» La una, joven sencilla é ignorante del mal, como Eva al salir de<br />

las manos del Hacedor; la otra, cargada de años y enriquecida con<br />

una larga experiencia profundamente piadosa.<br />

» La una llevando en su seno, por largo tiempo estéril, un hijo<br />

que debia ser profeta y más que profeta, y la otra á la semilla bendita<br />

del Altísimo, al JEFE libertador de Israel. »<br />

En las hermosas noches de verano, cuando el pálido resplandor<br />

de la luna alumbraba la floresta, colocábase bajo una coposa higuera<br />

ó los verdes pámpanos de un ancho parral' la comida de la<br />

opulenta familia del mudo Zacarías, compuesta del corderíllo alimentado<br />

con la aromática yerba de la montaña, el pescado de Sidonía,<br />

el panal de miel silvestre extraído del hueco de la vieia encina,<br />

los sabrosos dátiles de Jericó, que figuraban por entonces hasta en<br />

la mesa del César, los albaricoques de Armenia, los alfónsigos de<br />

Alepo y las sandías de Egipto.<br />

El vino de los collados de Engaddi, que el mayordomo del príncipe<br />

de los sacerdotes guardaba en cubas de piedra, circulaba en<br />

ricos vasos, que llenaban los criados con alegres rostros.<br />

María, frugal así en el seno de la abundancia como en el de la<br />

medianía, se contentaba con algunas frutas, un poco de pan y una<br />

taza de agua de la fuente de Naphtoa^.<br />

Así trascurrieron tres meses, durante los cuales María fué parala<br />

anciana Elisabet una hija tierna y solícita.<br />

Zacarías entre tanto, mudo y sordo por su duda ante el enviado<br />

de Jehová, esperaba con santa resignación que la bondad del (ielo<br />

descendiera sobre él, devolviéndole los preciosos dones que le había<br />

quitado.<br />

1. Los hebreos gustan mucho de comer bajo los emparrados, ya por el calor<br />

excesivo en aquellos climas, ya por la antigua costumbre de sus abui lo.-, que<br />

por espacio de tantos años vivi^Ton bajo sus tiendas durante sus largas peregrinaciones.<br />

— (FLEURY Costumbres de los israelitas.)<br />

2. Su abstinencia no era un ayuno ; era más bien una costumbre. — (EL PADRE<br />

VALVI:I!ÜE.)

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