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CAPITULO lY.<br />

MELODÍAS.<br />

Terminada la cena, la perla de Bethania ofreció una copa de oro<br />

al cantor, diciéndole :<br />

— Este precioso néctar, extraído de las vides de Engadi, inspira<br />

á los poetas. Bebe pues, y canta, querido Boanerges, pues supongo<br />

que habrás escrito la canción de La hermosa pecadora, que te<br />

encargue.<br />

Boanerges, después de apurar la copa, la dejó sobre la mesa<br />

diciendo :<br />

— Confío en mi musa y en tus dulces miradas que inflaman mi<br />

inspiración. Los grandes poetas son imagen de las aves del cíelo.<br />

Cantan sin estudiar sus cantos. Tomiris*, Teresías* y Homero,<br />

privados de la luz de sus ojos, escribieron sus obras inmortales en<br />

la memoria de sus oyentes.<br />

— Mucha confianza tienes en tu inspiración.<br />

— Puedes tú juzgar de ella.<br />

Magdalena tornó á ocupar el diván que poco antes habia abandonado.<br />

• Boanerges se sentó á sus piés, y descolgando la lira de sus<br />

1. Músico y poeta de Tracia. Desafió á las musas á cantar, y ellas le dejaron<br />

cietro.<br />

2. Célebre poeta adivino. Los dioses del Olimpo le privaron de la vista porque<br />

revelaba á las mujeres sus secretos. Su madre Garich alcanzó, de <strong>Mi</strong>nerva le<br />

cu!;c(jdiera un oido tan fino que llegó á comprender el lenguaje de los pájaros,<br />

y la misma diosa le dio un bastón con el cual caminaba con la misma seguridad<br />

que antes de quedar ciego. Después de su muerte los tebanos le adoraron como<br />

á un dios.

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