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DEL GÓLGOTA 89<br />

"Así, discurriendo por las calles, la noche muy entrada sorprendió<br />

á los santos viajeros á un extremo de la ciudad.<br />

Ante sus tristes ojos se extendía la solitaria campiña de Belén.<br />

El silencio de la muerte les rodeaba.<br />

La luna con sus melancólicos rayos alumbró el santo grupo, que<br />

inmóbil é indeciso se hallaba, ignorando hacia dónde se encaminaría.<br />

El aullido del lobo y'el chasquido estridente de los chacales comenzó<br />

á oírse en las vecinas espesuras, anunciando con sus salvajes<br />

gritos que la hora de abandonar sus madrigueras se aproximaba.<br />

Los santos esposos se encontraban al Mediodía de Belén, y no<br />

muy lejos de la ciudad que les habia negado su hospitalidad, cuando<br />

un rayo clarísimo y brillante de la luna cayó desde el cielo sobre<br />

una roca que se hallaba á pocos pasos del sitio que ocupaban.<br />

Por la parte que miraba al Norte, la inmensa roca presentaba un<br />

punto oscuro.<br />

José se acercó para reconocer el terreno que le rodeaba.<br />

El afligido esposo dio un grito de alegría.<br />

Aquella mancha oscura déla piedra era la entrada de una cueva<br />

ó caverna bastante espaciosa, que angostándose hacia su fondo,<br />

servia de establo común á los belemitas, y algunas veces de asilo á<br />

los pastores durante las noches de tempestad.<br />

Los dos esposos bendijeron al cielo, que les habia deparado aquel asilo<br />

salvaje; y María, apoyándose en el brazo de José, fué á sentarse sobre<br />

una roca desnuda que formaba una especie de asiento estrecho é incómodo,<br />

en lo más hondo de la cueva.<br />

Poco á poco sus ojos se fueron acostumbrando á la oscuridad que<br />

les rodeaba y entonces vieron que no se hallaban solos.<br />

Un buey manso y tranquilo, echado á los pies de un pesebre, rumiaba<br />

pausadamente los últimos restos de su pienso.<br />

José colocó á la pollina junto al buey; luego extendió su manto<br />

de pieles á los pies de la Virgen y se sentó sin desjx'gar Ins labio.^.<br />

Maríu, la inmaculada nazarena, la hija de David, la iniuorlal<br />

señora, dio á luz en aquel miserable establo, sin socorro y sin ddnres,<br />

al Mesías prometido, al rey de reyes, al Hijo (\v Dios.<br />

La tierna madre colocó al Divino N'ástago sobre la paja «!el pesebre,<br />

y arrodillándose á sus piés, le adoró como al envía

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