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DEL GÓLGOTA 175<br />

de detenerme si tuviera sed y hallara un manantial tan claro como<br />

ese que se arrastra á los piés de mi caballo!<br />

— ¿Qué opinas tú de nuestro mensaje, amigo Cayo? — dijo uno<br />

de los soldados después de beber agua, alargando el casco lleno á<br />

otro que permanecía aún sobre la silla de su corcel.<br />

— Opino, Octavio amigo, que el tributario Heródes aullará como<br />

un perro rabioso cuando nos vea regresar á Jericó. sin ios reyes<br />

Magos.<br />

— La tierra, sin duda, se ha tragado á esos extranjeros.<br />

— Me alegro, ¡voto á Esculapio I Los soldados de la invicta Roma<br />

no hemos venido á Palestina á perseguir chiquillos y á encarcelar<br />

indefensos peregrinos.<br />

— Heródes paga y manda en Judea, — repuso un herodiano de la<br />

comitiva.<br />

— Roma le protege, — volvió á decir el romano con imperio. —<br />

El César mi dueño será siempre el señor de Oriente.<br />

El herodiano se mordió los labios de rabia, y fué á ocultar su turbación<br />

en el claro manantial de la fuente.<br />

— César Augusto y sus cortesanos duerman en perezosa paz,<br />

arrullados por los placeres de la imperial ciudad ; Venus domina en<br />

vez de Marte; el triunfo de los vencedores no inflama la sangre de<br />

los hijos del Tíber; los sagrados bosques no se ven despoblados de<br />

sus verdes laureles para ornar la frente de las legiones; la corta espada<br />

se enmohece en.la vaina, y la bolsa va enflaqueciendo por la<br />

falta del botin codiciado; el mundo no se atreve á respirar, temeroso<br />

de que Roma, irritada, pasee sus águilas vencedoras sobre sus cobardes<br />

naciones. Pero esto, amigos míos, no puede durar : el soldado<br />

del Capitolio necesita la guerra como el ciego la luz, como las<br />

fieras la sangre de las víctimas, como el hambriento el pan. César<br />

debe darnos batallas, si no quiere que antes de mucho empuñemos<br />

la rueca y el husO'.<br />

El soldado que habia pronunciado las anteriores palabras era casi<br />

un anciano. Su mirada de águila, su rostro tostado por el sol N el<br />

relente de los campamentos, su barba gris y su aire marcial, decían<br />

pero si tenja la fortuna de escaparse (porque le era permitido huir) jamas vulvia<br />

á presentarse en su patria, porque nadie, ni aun sus parientes, se hubieran atrevido<br />

á recibirle. — (ADAM A7itigüedades rumanas, lomo 111, iá'¿. IT'i.)

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