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EL MÁRTIR DEL GÓLGOTA 143<br />

Cingo, inmóbil como una roca del Caucase, seguía con la mirada<br />

las evoluciones de su señor, esperando una orden para ejecutarla.<br />

Una puerta secreta se abrió, dejando un hueco en las preciosas<br />

tapicerías.<br />

Su chirrido imperceptible hizo que Heródes volviera la cabeza<br />

con rapidez, porque por todas partes veia el puñal del asesino.<br />

Cingo empuñó el mango de la ancha cuchilla que pendía de su<br />

cintura, y avanzó dos pasos.<br />

Alejo apareció entonces en la puerta.<br />

— Esos hombres esperan tus órdenes, — dijo dirigiéndose á su<br />

cuñado.<br />

Poco después, Heródes, con la corona de laurel sobre su frente y<br />

afectando una tranquilidad de espíritu que no sentia, se hallaba<br />

rodeado de los doctores de la ley y los príncipes de los sacerdotes.<br />

Absortos los nobles ancianos ante su rey, sin poderse explicar la<br />

causa, esperaban silenciosos y graves oír de boca de su señor el<br />

motivo de aquella reunión.<br />

Después de una ligera pausa, durante la cual Heródes procuró leer<br />

con una mirada escrutadora en el corazón de aquellos ancianos, dijo<br />

con dulce acento y la sonrisa en los labios.<br />

— Ilustres sabios, sagrados sacerdotes que trasmitís á vuestros<br />

pueblos las profecías de los Profetas, si os he llamado á tal hora á<br />

mi palacio es porque en Judea, yo, vuestro rey, soy el primer subdito<br />

de las sagradas leyes de Moisés, y deseando rendir vasallaje á<br />

vuestro Dios invisible, quiero preguntaros : ¿ En qué lugar debe<br />

nacer el Mesías?<br />

Los sabios, conocedores de las Sagradas Escrituras, aunque absortos<br />

ante la inesperada pregunta, respondieron sin vacilar :<br />

— En Belén de Judá.<br />

Heródes se turbó en sí mismo permaneciendo algunos instantes<br />

como aturdido y sin saber qué decir, pues aquellas profecías, que<br />

veia casi realizadas, le desorientaban.<br />

Los ancianos de Israel notaron el efecto que su respuesta habia<br />

causado al tirano de Jerusalen, y deseosos de sujetar al favorito de<br />

los romanos, uno de ellos continuó de este modo.<br />

— Heródes, sábelo, ya que según dices eres el primer subdito de

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