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162 EL MÁRTIR<br />

Los idólatras caldeos dieron el primer paso, sin podérselo explicar<br />

ellos mismos, al ofrecer al Hijo de María, como tributo de su<br />

vasallaje, oro como á príncipe de la tierra, mirra como á hombre,<br />

incienso como á Dios.<br />

María contemplaba con gozo indefinible aquella adoración que los<br />

poderosos reyes de Asia tributaban á su hermoso Hijo.<br />

Madre enamorada, derramaba dulces y agradecidas lágrimas ante<br />

aquellos nobles extranjeros que desde tan apartados climas venian á<br />

besar los pequeños piés de su adorado Hijo.<br />

José no se hallaba en el establo cuando tuvo lugar la adoración<br />

de los reyes Magos.<br />

¡ Con cuánto gozo hubiera contemplado aquella escena tierna y<br />

asombrosa el casto y sencillo carpintero de Nazareth!<br />

Pero el Eterno lo habia dispuesto así.<br />

Su presencia en aquel sitio tal vez hubiera sembrado la duda en<br />

el corazón de los reales peregrinos.<br />

Gaspar y sus compañeros eran hombres de ciencia, y poseían el<br />

hebreo.<br />

Después de adorar con fervor profundo al Niño y ofrecer su respeto<br />

y valer á su Santa Madre, salieron del establo, caminando de<br />

espaldas hacía la puerta; y montando en sus dromedarios, se pusieron<br />

en marcha.<br />

Antes de la salida de los Magos, un árabe entrado en años y un joven<br />

hebreo, confundidos entre los esclavos de los caldeos, se habían<br />

introducido en el santo establo.<br />

Durante la adoración no apartaron los ojos de la misteriosa estrella,<br />

que suspendida de las bóvedas de la cueva, lanzaba sus radiantes<br />

rayos sobre el pesebre en que dormía el Niño Dios.<br />

Apenas los reyes abandonaron la caverna, el árabe se encaminó<br />

hacia el lecho de Jesús, y dol)lando una rodilla y cruzando los brazos<br />

sobre su pecho con veneración, besó la paja que le servia de lecho,<br />

murmurando estas palabras :<br />

— Tú eres el Mesías prometido; tú eres mí Dios; tu nombre glorioso<br />

se grabará en mi corazón eternamente, y en el de mis hijos y<br />

en el de los hijos de mis hijos.<br />

Y luego salió del establo del mismo modo que lo habían hecho<br />

los reyes Magos.

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