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DEL GÓLGOTA 137<br />

Heródes, después de haber abarcado con una mirada recelosa y<br />

cobarde todo cuanto le rodeaba, la detuvo en la corona de laurel<br />

que se bailaba sobre la mesa, y después de contemplarla algunos<br />

segundos, exclamó con acento cavernoso y como si hablara consigo<br />

mismo :<br />

— <strong>Mi</strong>s hijos quieren ceñirse cuanto antes mi corona.... Los empíricos<br />

de esta ciudad ingrata son sus cómphces.... ¡Oh! Si mañana<br />

vivo, sí la ciencia es impotente para conmigo, yo mandaré colgar<br />

de los pórticos de mi palacio á toda esa caterva de avaros vendedores<br />

de salud que dejan á su rey morirse en un rincón de su<br />

cámara.<br />

Y luego, dirigiendo la palabra á su cuñado, continuó.:<br />

— ¿Lo oyes, Alejo? Mañana, no se te olvide, quiero que ahorques<br />

á todos los médicos, porque la ciencia es impotente, porque sufro<br />

mucho, mucho. Estos dolores son terribles; creo que tengo un áspid<br />

en el estómago, otro en el corazón y otro en el cerebro, que me roen<br />

y roen sin cesar. ¿Deque me sirve ser rey sufriendo tanto?<br />

Salomé, cogiendo entonces un frasco de plata, derramó algunas<br />

gotas en una taza del mismo metal, y fué á presentársela á su her<br />

mano, diciendo :<br />

— Esto te calmará; bebe, hermano mío.<br />

El enfermo cogió la taza, y después de lanzar una mirada al líquido<br />

que contenia, dijo con pausado acento :<br />

— Ya sé que tú no me harás daño, porque tú me quieres y tu<br />

esposo también : vosotros sois mi única familia; yo deseo pagaros<br />

vuestros servicios. Allá veremos.<br />

Y lo apuró de un solo trago.<br />

— Pero mis hijos, — continuó, — que están en Roma; ¿por qué no<br />

sacrifican de buena voluntad una gallina negra en el altar de Esculapio<br />

para que yo recobre la salud?<br />

— Tus hijos, — dijo Alejo con gravedad acercándose hacia el lecho<br />

del enfermo, — en vez de anhelar tu restablecimiento, te acusan<br />

ante el César Augusto.<br />

¡ Que me acusan! — repuso Heródes sentándose en la cama.<br />

— ¿Y de qué?<br />

— Este papiro te enterará.<br />

Y Alejo le presentó el rollo que tenia en la mano.

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