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DEL GÓLGOTA 189<br />

la Virgen pasó sola todo un dia, mientras su esposo, arriesgando su<br />

existencia, entró en Jerusalen.<br />

ignórase lo que buscaba el patriarca en la ciudad de Heródes, su<br />

perseguidor : tal vez alguna caravana que no encontró; tal vez vender<br />

alguna alhaja de su esposa, para ayudar con su valor á los gastos<br />

de tan penoso y largo viaje.<br />

José se detuvo junto á un sicómoro, y ayudando á su esposa á<br />

bajar de la cabalgadura, la hizo sentar al pié del árbol.<br />

Entonces descargó á la pollina de todos los enseres modestos,<br />

único patrimonio de la Familia nazarena, y fué colocándolos alrededor<br />

del árbol.<br />

Dímas habia cumplido su palabra; porque un blanco corderíllo<br />

comenzaba á saltar junto á María, la cual con dulce y maternal solicitud<br />

enseñaba á su Hijo el regalo del bandido.<br />

— María, — le dijo José después de terminado su trabajo, — Dios<br />

ha querido conducirnos buenos y salvos á la puerta del desierto :<br />

Dios nos sacará con bien de las terribles soledades que vamos á<br />

cruzar en breve.<br />

— En Dios recae todo el poder, de Dios viene todo lo grande y<br />

maravilloso que admira á los mortales, — murmuró la Mrgen.<br />

— Mucho me consuela tu resignación; pero voy á dejarte por<br />

unos instantes. Es preciso que pongamos algo de nuestra parte para<br />

que el viaje sea menos penoso. Pobres somos, pero confío que aun<br />

reuniremos lo suficiente para poder pagar tu pasaje al primer caravanero<br />

que salga para Egipto.<br />

José entonces, llevando del ronzal al modesto herbívoro, se encaminó<br />

hacía la ciudad de Gaza, que alzaba sus destrozados muros<br />

como á unos trescientos pasos del sitio en que se hallaban.<br />

María se quedó sola con su adorado Hijo, sentada al pié del sicómoro.<br />

De sus ojos azules llenos de bondad, se desprendió una lágrima.<br />

Aquella lágrima era la muda y silenciosa despedida que la \ írgen<br />

enviaba á la pacífica cabalgadura que tan buenos servicios la habia<br />

prestado durante el viaje, y de la cual iba á separarse para siempre,<br />

mientras daba de mamar al Niño cayeron algunas gotas sobre una peña. Los<br />

cristianos han elevado un altar en la gruta. — (ORSINI, Vida de la Virjen.)

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