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290 EL MÁRTIR DEL GÓLGOTA<br />

muerte de Jesús, viviría tanto como el sol. ¿ Sabes que seria una<br />

fortuna inmensa vivir tanto como el sol? ¡.la, ja, ja! El pobre Nazareno<br />

que hace milagros, que resucita muertos, debía hacerme<br />

ese gran servicio : á él no le costaría nada; con decir « lo quiero, »<br />

hé ahí á Samuel Belí-Beth recorriendo siempre el mundo un siglo,<br />

y otro, y otro, riéndose de esa humanidad cobarde y vanidosa que<br />

cree que hay otra vida más que la presente. ¡ Ja, ja, ja! Si yo fuera<br />

inmortal, ¡ qué f» licidad !<br />

— Calla, calla, Samuel : tus palabras me hacen daño.<br />

— ¿Crees tú que puede un hombre como yo creer ni en los dioses<br />

del, Olimpo ni en el Mesías de Israel? Eso se queda para vosotros<br />

pobres fanáticos. Yo he visto á Jesús abofeteado, escupido, escarnecido,<br />

cubierto el rostro de sangre, hecho jirones la ropa. Maleo le<br />

ha puesto la mano en la faz. ¿Por qué en presencia de todos no ha<br />

hecho un milagro? La ocasión era propicia : podia haber confundido<br />

ásus jueces, y no lo hizo. ¡Embaucador! ¡Oh! En cuanto amanezca<br />

sera conducido al juez romano. Te digo que vamos á tener un<br />

dia divertido; yo no perderé nada. Afortunadamente, para ir al<br />

Calvario debe pasar por delante de la |)uerta de esta casa. Pero dejando<br />

á ese mago embaucador, ¿cómo está mi madre?<br />

— Duerme.<br />

— ¿Y mi hijo?<br />

— Duerme también.<br />

— Sí, sí, la anciana tiene el sueño pesado, preludio de la muerte,<br />

y el niño el sueño de la infancia; yo solamente vivo. ¿No es verdad,<br />

Serafia, que mi suerte es bien aciaga? Este silencio que me rodea es<br />

horrible. ¡Oh! ¡Si al menos mi pobre madre no hubiera perdido el<br />

uso de la palabra!...<br />

Samuel se acercó á la cama de su madre y á la cuna de su hijo.<br />

Serafia pidió permiso para retirarse.<br />

Samuel la díó las gracias por los servicios que le prestaba, y la<br />

vecina, abandonando la casa del soldado, cruzó la calle y entró en<br />

la suya<br />

Samuel se sentó junto á la cuna de su hijo y quedóse contemplándole<br />

por algunos momentos.

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