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Psicología y ceguera - Servicio de Información sobre Discapacidad ...

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similares, éstos presentan diferencias, incluso en una misma lista en sus<br />

sucesivas actualizaciones.<br />

— Deben orientar pero nunca sustituir el juicio profesional acerca <strong>de</strong> la<br />

intervención más apropiada para un cliente en particular. Son solamente un<br />

punto <strong>de</strong> partida en el proceso <strong>de</strong> toma <strong>de</strong> <strong>de</strong>cisiones en la práctica profesional<br />

<strong>de</strong>l psicólogo.<br />

El Apéndice A contiene una selección y síntesis (a partir <strong>de</strong> listas originales<br />

publicadas, e indicadas en cada uno <strong>de</strong> sus apartados) <strong>de</strong> las intervenciones<br />

psicológicas cuya eficacia está apoyada empíricamente en el tratamiento <strong>de</strong> los<br />

problemas o respuestas emocionales más asociados al ajuste a la <strong>ceguera</strong> o<br />

<strong>de</strong>ficiencia visual (Horowitz y Reinhardt, 2000): <strong>de</strong>presión (se excluye el<br />

trastorno bipolar o <strong>de</strong>presión endógena) y ansiedad -<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> ansiedad<br />

generalizada, estrés y ansiedad/fobia social-. Se incluyen también los<br />

programas preventivos eficaces para tales trastornos en niños y adolescentes.<br />

Para mayor claridad, tanto el apéndice como su comentario se han organizado<br />

en torno a tres grupos <strong>de</strong> edad: niños (5-13 años)/adolescentes (14-18 años),<br />

adultos y personas mayores.<br />

A continuación se explica el apéndice A y se complementa con otra información<br />

y evi<strong>de</strong>ncias empíricas que supongan una orientación más precisa al<br />

profesional para su posible aplicación práctica.<br />

3.1. Depresión<br />

3.1.1. Niños y adolescentes<br />

De las listas y revisiones analizadas (Chambless y Ollendick, 2001; Kaslow y<br />

Thompson, 1998; Kazdin y Weisz, 1998; Labrador, Vallejo y otros, 2003;<br />

Mén<strong>de</strong>z y otros, 2002; Weisz y Hawley, 2002) pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>stacarse las<br />

siguientes conclusiones:<br />

— En niños (5-13 años) los tratamientos cognitivo-conductuales (con un<br />

mayor énfasis en las estrategias conductuales) son las únicas intervenciones<br />

que, aunque no reúnen la evi<strong>de</strong>ncia suficiente para consi<strong>de</strong>rarse «bien<br />

establecidos», sí lo hacen para encuadrarse en la categoría <strong>de</strong> «probablemente<br />

eficaces».<br />

— En adolescentes (14-18 años) también los tratamientos cognitivoconductuales<br />

(con una mayor énfasis en las estrategias cognitivas), junto con la<br />

terapia interpersonal y la terapia conductual (en su variante adaptada para<br />

adolescentes <strong>de</strong>l «Curso <strong>de</strong> afrontamiento <strong>de</strong> la <strong>de</strong>presión» <strong>de</strong> Lewinshon),<br />

han obtenido igualmente apoyo empírico para ser consi<strong>de</strong>rados<br />

«probablemente eficaces».<br />

— En los estudios revisados no se han podido establecer efectos<br />

diferenciadores en los resultados cuando se han probado diferentes<br />

modalida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> tratamiento (individual, <strong>de</strong> grupo o terapia familiar) o diferentes

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