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Libro hacia un dialogo

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Hacia <strong>un</strong> diálogo entre México y China<br />

después, cuando ya los otros embajadores habían salido de la sala, me<br />

presentaron a Deng Xiaoping. De inmediato me impresionó su informalidad<br />

y la cortesía con que contestó mi saludo y expresión de buenos<br />

deseos. Enseguida me preg<strong>un</strong>tó si el futbol era el deporte nacional en<br />

México. Contesté que se podía decir que sí, puesto que era muy popular<br />

y había <strong>un</strong> buen número de equipos en distintas divisiones profesionales<br />

y amateur. Enseguida me permití preg<strong>un</strong>tarle cuál era el deporte<br />

nacional de China. Comentó mi preg<strong>un</strong>ta con los otros f<strong>un</strong>cionarios y<br />

me contestó que, en realidad, no creía que hubiera <strong>un</strong> deporte nacional<br />

de China. Repuse de inmediato: “Con todo respeto señor viceprimer<br />

ministro; yo sí creo que hay <strong>un</strong> deporte nacional de China”. Sorprendido<br />

y con <strong>un</strong>a sonrisa me dijo: “¿Sí?, y ¿cuál es?”. Contesté de inmediato haciendo<br />

con mis manos el ademán de jugar cartas. Su risa fue cordial y<br />

franca acompañada por la de los otros f<strong>un</strong>cionarios presentes. Me dijo<br />

después: “Tiene usted razón, embajador, ese sí es <strong>un</strong> deporte nacional<br />

en China”. Había yo recordado su afición al juego de cartas y su merecida<br />

fama de buen jugador de “Bridge”. Después salimos j<strong>un</strong>tos al palco oficial<br />

y me sentaron cerca de él. Pude observar también, en esa ocasión,<br />

el entusiasmo genuino de la gente al saludar con aplausos su presencia<br />

en el palco. No había duda de que era bienvenido su retorno.<br />

En julio de 1977, después de muchas discusiones, en <strong>un</strong>a re<strong>un</strong>ión<br />

del Comité Central del Partido Com<strong>un</strong>ista de China (PCCh), se confirmó<br />

que Deng ocuparía nuevamente todos los puestos que tenía en abril<br />

de 1976, en el Partido, en el ejército y en el gobierno. En su primer discurso<br />

insistió en que Mao había declarado el principio de “buscar la<br />

verdad en los hechos”, y que ese principio debía continuar siendo <strong>un</strong>a<br />

piedra f<strong>un</strong>damental.<br />

El primer ministro seguía siendo Hua Guofeng, quien cumplía las f<strong>un</strong>ciones<br />

de jefe de Estado; sin embargo, esa posición no existía desde la<br />

muerte de Mao y había, por lo tanto, <strong>un</strong> cierto descontrol y falta de claridad<br />

en las tareas protocolarias que le correspondían a Hua. Este último<br />

aspecto lo pude apreciar en ocasión de la visita de Estado que realizó a<br />

China el presidente de México, José López Portillo, en octubre de 1978.<br />

Hasta ese entonces, en ocasión de visitas de jefes de Estado o de<br />

gobierno, el protocolo chino se conocía bien y principiaba con el acto<br />

de bienvenida en el aeropuerto de Beijing, que encabezaba el primer<br />

ministro del gobierno en nombre del presidente. En los arreglos previos<br />

a esa visita, me informaron que iría a dar la bienvenida al aeropuerto<br />

<strong>un</strong> viceprimer ministro; yo insistí en que debía estar el primer ministro<br />

porque era <strong>un</strong>a bienvenida a <strong>un</strong> jefe de Estado. Ante mi insistencia,<br />

traté el as<strong>un</strong>to en <strong>un</strong>a entrevista con la viceministra de As<strong>un</strong>tos Extran-<br />

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