libro voces de la otredad

Las voces de la Otredad
medio de la batalla que se libraba en torno suyo. Colocaba una silla junto al
cráter dejado por el proyectil y, en memoria de sus conciudadanos mártires,
interpretaba el “Adagio en sol menor” de Albinoni, lúgubre y bella pieza
musical encontrada en las ruinas de la Biblioteca de Dresde, bombardeada
en la II Guerra Mundial.
Mientras caían las bombas y silbaban las balas, “Smailovic tocó ante calles
desiertas, autos destrozados, edificios incendiados que volaban en pedazos
y ante personas aterradas que corrían a esconderse en los sótanos”. Los
estridentes bombardeos no pudieron ahogar los acordes musicales del chelista
que con el rezongueo taciturno y lastimero de sus cuerdas y su entonación
pacifista, compasiva y fraternal, quiso pronunciarse en favor de la dignidad
humana y las víctimas inocentes de la guerra.
El músico inglés David Wilde, conmovido por la historia, compuso “El
chelista de Sarajevo” y vertió en su arpegio sus sentimientos de indignación
y dolor al compartir con Vedran Smailovic el sufrimiento de ese pueblo.
Sus acordes se filtran sutilmente en el auditorio “creando una atmósfera de
sombría vaciedad”. Éstos se tornan en furiosa y violenta agonía que convierte
a los espectadores en cómplices de la horrenda masacre y “los deja expósitos
frente a una realidad descarnada, brutal y deshumanizante”.
Ese hombre que se atrevió con su chelo a desafiar la guerra, la desesperación
y la muerte y cantarle a la vida, al amor y a la paz, “nos enseñó que la música
puede unirnos en esos momentos cuando más lo necesitamos y menos
lo esperamos”. Una nota por internet comentaba el dramático y sublime
episodio: “Aunque el estallido de los morteros no suene en nuestras calles,
hay que intervenir siempre que se devalúe y se ponga en peligro la vida de un
ser viviente”. El sitio de Sarajevo durante la guerra de Bosnia, fue el asedio
más largo y cruento de la historia moderna: duró cuatro años (1992-1996) y
dejó una estela de sufrimiento y desolación que sobrepasó los 12 mil muertos
y los 50 mil heridos.
“La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no perjudique a otro: por eso,
el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no tiene otros límites que los que
garantizan a los demás miembros de la sociedad el goce de estos mismos derechos.
Tales límites sólo pueden ser determinados por la ley”.
Artículo 4. Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1791.
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