libro voces de la otredad

Pedagogía del Conflicto y Cultura de Paz
C. REFLEXIONES EN TORNO
A LA JUSTICIA Y LA PAZ
Diez mil personas que fueron secuestradas, torturadas, asesinadas y
desaparecidas, claman justicia desde sus anónimas fosas y exigen el repudio
y el castigo para aquellos execrables crímenes de lesa humanidad y sus
autores que los convirtieron en víctimas de esas múltiples violencias que
flagelan el cuerpo desfalleciente de la patria y de un terrorismo que dispara
desde los cambuches ocultos en la manigua, las haciendas ganaderas o las
trincheras de los batallones.
Esas masacres han dejado postradas en el miedo, el desarraigo y el dolor
a miles de colombianos, ante el silencio y la indolencia cómplices del
gobierno, los jueces a merced de la ley, los organismos de seguridad y muchos
conciudadanos. En aquellos magros y genocidas episodios “los medios de
comunicación no insistieron en la noticia. Nadie marchó por ello. No hubo
rechazo. Nadie habló de terrorismo”.
El miércoles 15 de mayo de 2007 un líder paramilitar ratificó que el
paramilitarismo ha sido históricamente una política del Estado Colombiano.
“Yo soy prueba fehaciente del paramilitarismo de Estado. Yo fui paramilitar
entrenado por ellos”, dijo aquella vez. Los paramilitares, hoy día, siguen
teniendo el control político del país, gozan de beneficios urdidos desde el
Gobierno, han legalizado sus inmensas fortunas y desde donde estén, ya sean
en lujosas mansiones, en cómodas prisiones o en altos cargos del gobierno,
demuestran su maléfico poder generador de terror.
El país no llora sus otros Emmanuel: Los niños indígenas de la etnia Yukpas,
en la Serranía del Perijá, Cesar, donde 20 de ellos murieron por desnutrición
en diciembre de 2006 y siguen muriendo como los niños emberas, los kogis
o arhuacos, los nukac makú o los afrocolombianos. En Colombia existen
2.500.000 niños realizando el trabajo de adultos, 30.000 en la indigencia,
35.000 en la prostitución, 20.000 en la delincuencia.
En el 2007 se informó que habían muerto más de 30 niños de hambre en el
Chocó y que una mujer alimentaba sus hijos con papel periódico en Ciudad
Bolívar (Bogotá). Hoy día, 10 años después, nuestros niños de la Sierra
121