libro voces de la otredad

Pedagogía del Conflicto y Cultura de Paz
Nace así la pedagogía de la otredad bajo el postulado de que no nacemos
hechos, nos vamos haciendo… más preciso aún: los otros van haciéndonos.
Aclara que nadie llega a la existencia diciendo “yo soy yo” y que nadie
libera a nadie, ni nadie se libera solo (“los seres humanos se liberan entre sí,
afirmaba Freire, el venerable pedagogo de Recife. En el transcurso de su vida
tal vez lo dirá pero quizás agregará: yo soy yo gracias a la intervención de los
otros que, con su palabra, su presencia, su deseo y sus hábitos determinarán
en el desarrollo de una historia personal, la constitución de ese yo al que se
adviene.
Una pedagogía centrada en la otredad desvía su centro de gravedad discursivo
del mundo biologicista y lo concentra en la praxis comunicacional donde
la mirada del otro en un proceso de inmersión-sumersión, es lo que nos
constituye, nos permite reconocernos y certificarnos como lo que somos:
seres que no podemos ser sin el otro, sin dejar de reconocer que, en medio de
la indiferencia, no todo desconocimiento nos aniquila.
Una pedagogía centrada en la otredad, valora la soledad como proceso
esencial de subjetivación, de singularización, de reencuentro consigo
mismo que depara crecimiento y armonía regocijantes, que potencializan
un encuentro más cualificado con el otro y rechaza esa soledad etiquetada
como proceso de atomización individualista donde se acrecienta cada día
más una insalvable distancia de/con los demás, una lejanía ontológica, un
extrañamiento afectivo y, por consiguiente, una pérdida de la comunicación
significativa y trascendente que ha configurado lo que bien han llamado
“una soledad promiscua o una promiscuidad solitaria”.
La pedagogía de la otredad plantea utilizar la educabilidad y la enseñabilidad
como medio y escenario de diálogo, espacio de encuentro mediado por
instintos, intuiciones, necesidades, percepciones, imaginarios y utopías, para
que los otros, es decir, los negados, invisibilizados, objetivados y violentados,
desde sus comunidades de aprendizaje y a través de un diálogo asuntivo y
problematizador, pronuncien su palabra, cuenten su historia, construyan
horizontes de sentido y significados y reorienten su destino.
Nunca podrán olvidarse las palabras póstumas de Joaquín Enrique Areta,
un joven de 23 años desaparecido durante la dictadura militar argentina:
“Quisiera que me recuerden/ sin llorar ni lamentarse./ Quisiera que me
167