libro voces de la otredad

Las voces de la Otredad
California, Texas y Chihuahua. Esta barrera oprobiosa ha forzado a miles
de inmigrantes a cruzar la frontera por el desierto de Arizona, cruenta
travesía donde muchos sucumben ante las balas de patrulleros paramilitares
(“los cazadores”). La xenofobia, el racismo, las mafias de narcotraficantes y
contrabandistas de personas (“los coyotes”) agravan aún más la situación en
la porosa frontera sur de EE. UU.
Los acuerdos internacionales sobre defensa y protección de derechos
humanos y libertades fundamentales, hoy día son letra muerta: desplazamiento
libre y fijación de residencia; asistencia médica y hospitalaria; libre desarrollo
de la personalidad; libertad de pensamiento, conciencia y religión; identidad,
nacionalidad, nivel de vida (alimento, educación, vestido, empleo y vivienda
dignos). En el canto XII de la Ilíada, Homero sentenciaba: “levantados
los muros contra la voluntad de los dioses, no debían de subsistir por largo
tiempo”. 29 siglos después, en la lente de un fotógrafo quedó grabada la
imagen de un grafitero armado de un aerosol, dejando en un paraje solitario
de la grisácea urbe, un ingrávido mensaje: “Debemos reivindicar el derecho
a tener derechos”.
El drama de los refugiados coloca en primer orden, además de la
discusión sobre la utilidad de las fronteras en un mundo globalizante,
la reflexión sobre la existencia en pleno siglo XXI de seres humanos
desechables e indeseables, seres excluidos, “amurallados” y marginados que
sólo buscan una oportunidad para sobrevivir en un planeta que se supone
a todos pertenece. “Si vamos a derribar muros -comentaba un bloguero-,
comencemos por aquellos que cubren nuestras mentes”.
“Veo desde mi ventana el verde intenso del césped y en lo alto del muro, el cielo
límpido y azul. ¡La vida es hermosa! Que las generaciones futuras la limpien de toda
opresión y maldad y que la disfruten al máximo”.
León Trostky, político ruso.
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