libro voces de la otredad

Las voces de la Otredad
CRUCE DE CAMINOS. SEÑALES EN LA VÍA
Utilizamos a veces a las personas como “centinelas”. En las minas de
carbón los mineros tenían jaulas con canarios. Sensibles a los gases tóxicos,
funcionaban como alarma porque enmudecían y morían antes de que estos
gases los afectaran.
Nuestras verdades son válidas en la medida en que seamos capaces de
descubrirlas muchas veces escondidas tras los hechos. Las grandes verdades
que hoy conocemos no son más que breves y fugaces formas de familiarizarnos
con la realidad.
Hay que allanar los espacios donde se apoltronó el prejuicio, donde
mondos y lirondos dormitan los dogmas y las verdades adiposas y eternas,
autosuficientes y mentirosamente indispensables.
Solemos exhumar nuestros conocimientos yertos y descompuestos de los
ostentosos mausoleos de la verdad, para trasladarlos luego a los osarios de la
estulticia, la indolencia y el conformismo.
Hay que discernir los criterios de verdad que se hallan detrás del falaz y
aparente discurrir de las palabras y las acciones y liberar así, las cautivas aves
de las gavias dogmáticas del ser y el saber.
No hay posibilidad de concluir, sino un inquirir constante que genera nuevas
preguntas a partir de respuestas que se van obteniendo ante la consciente
ausencia de verdades absolutas.
No debemos cifrar nuestras esperanzas en milagros. Recurrimos a la verdad
sólo cuando andamos escasos de mentiras. Cuando sólo vemos la inmediatez,
no estamos viendo nada.
Nos anima un deseo grande de aprender a amar lo que aprendemos a diario,
a no enseñar verdades inmóviles, sino a orientar nuestros pasos en pos de su
descubrimiento.
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