libro voces de la otredad

Pedagogía del Conflicto y Cultura de Paz
invierte en la guerra la mayor parte de sus recursos. El congresista quiere la
paz y la liberación de sus colegas secuestrados, pero no quiere renunciar a las
utilidades que dejan la corrupción y el tráfico de influencias...
La justicia quiere la paz para llenar ostentosamente las cárceles de
excombatientes. Los combatientes quieren la paz pero siguen disparando
contra sus hermanos... El periodista quiere la paz pero enfundado en el
camuflado de la objetividad, sigue pescando sus primicias en el río revuelto
de la guerra y plasmándolas en las páginas sanguinolentas de los diarios.
Sabe, en el fondo, que la paz no es noticia. El terrateniente quiere la paz pero
no cede un centímetro de sus latifundios... El poderoso quiere la paz pero no
quiere que baje el porcentaje de sus utilidades en la banca...
Todos quieren la paz y que el desempleado siga guerreando con el hambre
en el campo de batalla de la calle y sus semáforos. Todos quieren la paz y
que el niño desamparado siga combatiendo por su supervivencia en la selva
de la ciudad y sus alcantarillas. Todos desean la paz pero no quieren ceder
un ápice en sus convicciones, comodidades y prebendas. Somos como el
preso que desea ardientemente la libertad para reanudar el oficio que lo llevó
alguna vez a prisión... Si, curiosamente parece que todos queremos la paz.
José Félix Restrepo, un científico colombiano de la medicina afirmaba que
la “no-paz” permite ascensionalmente llegar a la paz: de los desacuerdos
a los acuerdos por medio del acto comunicativo interactivo; de las
divergencias a las convergencias y los consensos; de la deslegitimación a la
legitimación; de la homogeneidad al reconocimiento de la diversidad; de la
dependencia a las relaciones interdependientes donde nace el sentido de la
alteridad; de la pluralidad a la singularidad; de la multidimensionalidad a la
unidimensionalidad; de la enajenación a la sujeción; del caos al orden; de la
democracia representativa a la democracia participativa y vivencial.
Un homónimo suyo de la época de la independencia, maestro de Zea, Camilo
Torres y el sabio Caldas, aseguraba que si era necesario cometer una injusticia
para que no se derrumbara el universo, habría que dejar que el universo se
derrumbara. No lejano en el tiempo, Bolívar asentía: “La Justicia es la reina
de las virtudes republicanas y con ella se sostiene la igualdad y la libertad”.
Tenemos pues, desde la inmemoriabilidad, un inmenso compromiso ético:
traducir a través del lenguaje de la denuncia lo que han padecido las víctimas
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